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Familia y canción

La muerte de un hombre de bien

Casi centenario murió Antonio Cea, un hombre de bien. Tenía conceptos antiguos de las relaciones humanas y de la familia, y gracias a ellos fue un excelente hombre de su familia y de su casa. Sus hijos le tuvieron por maestro y sus nietos por padre. Durante muchos años trabajó como director de la sucursal de la Caja de Ahorros de Posada, hasta su jubilación, y como ésta fue larga pudo dedicarse a cultivar su huerto, en la finca de Las Mimosas, cerca de La Pereda. Y, sobre todo, a su afición principal, la música y la canción, que le llenaron y dieron sentido a su vida y le ayudaron a bien morir.

Era imposible imaginar a Cea al margen de la canción. Por la calle iba tarareando; a veces, en medio de una conversación normal, se le escuchaba un trino. No recuerdo a muchos músicos con tanta afición como la suya. Tenía modales de director de coro y movía las manos como si estuviera dirigiendo. Si no recuerdo mal, dirigió el coro de la basílica de Llanes durante muchos años. Allí le acompañaban su mujer Hortensia, muerta hace pocos años, y sus hijos Antonio y Gema. Con ellos formó la agrupación musical "Grupo Cea", que reconstruyó y revitalizó muestras medio olvidadas del folclore llanisco.

El grupo editó un disco magnífico, hoy totalmente agotado, que figura entre las grandes rarezas de la música popular y de la etnografía asturiana y que, por desgracia, no tuvo continuidad. Porque el "Grupo Cea", aunque dio mucho a la música llanisca en concreto y a la asturiana en general, aún podía haber dado mucho más. El hijo, Antonio Cea Gutiérrez, un gran musicólogo, es el autor de un interesante folleto titulado "La canción en Llanes", que también merece una reedición. Porque estas obras que cabe calificar como "raras" son el resultado del esfuerzo y de la afición de una personas, en este caso de una familia que vivió para la música y a la música le dieron lo mejor que tenían, sin que les guiara ningún interés crematístico ni la más remota aspiración comercial.

La contribución de los Cea a la música folclórica ha sido muy importante. De hecho, contribuyeron, en la medida de sus fuerzas y posibilidades, a salvar algunas joyas de las ruinas de nuestro folclore.

Antonio Cea vivió como un anciano fuerte y activo hasta dos o tres días antes de su muerte. Con 99 años, todos los días iba a Llanes conduciendo su coche. Y cantaba. Cuando le atacó la trombosis, de madrugada, los familiares lo notaron porque le oyeron cantar. Y sus últimas horas, tarareaba; a su lado, su nieta entonaba una canción y él tarareaba el estribillo. Así se fue apagando un hombre de buena ley, entre sus grandes pasiones: su familia y la canción.

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