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La rula de Llanes: guapa y humillada

Las desafortunadas acciones del Principado que afean un edificio emblemático de la villa llanisca

Los llaniscos, últimamente, no hemos tenido suerte con dos áreas del Principado. El año pasado, la Consejería de Cultura, haciendo caso omiso de las explicaciones que le dio, en nombre del Ayuntamiento de Llanes, la arquitecta María López Castro, directora del proyecto de adecuación de la rula para oficina de turismo, abortó la esperanza de que la antigua lonja del pescado recuperase, por fin, su esplendorosa fisonomía original. López Castro defendía con toda lógica la eliminación de un volumen construido en uno de sus laterales (puesto allí inicialmente en los años 40, demolido luego en los 80 y vuelto a poner en 1991), para lograr la adecuada interpretación histórica y arquitectónica del edificio, uno de los ejemplos más admirables del racionalismo arquitectónico. Respetar y preservar el inmueble tal y como lo había concebido su autor (Joaquín Ortiz) en los años 30 requería derribar ese cuerpo extraño, y se derribó, en efecto, por una oportuna orden de la Corporación llanisca. El desbarajuste empezó cuando la Consejería, sin atender a razones, ordenó, a su vez, la reposición del apéndice (aún chirrían las osadas palabras de la encargada de Documentación Histórica, que calificaba la construcción añadida como "un cuidadoso remate para que forme parte de una unidad de estilo con el resto del edificio"). Frente a los razonamientos de López Castro, el Consejo de Patrimonio Cultural de Asturias se agarró al hecho de que el pegote formaba parte del Inventario del Patrimonio Arquitectónico. Ahí se atrincheró con uñas y dientes la Consejería, olvidando que un inventario no es la perfección absoluta. ¿Acaso la relación de bienes inventariados no es susceptible de modificarse o corregirse cuando se trata de rescatar la autenticidad de una obra de arte?

El mal fario, que no cesa, también ha venido a cebarse por obra y gracia de la Dirección General de Puertos, responsable, en última instancia, de la ubicación de la polémica pasarela junto a la Rula (el peor sitio posible, el que menos necesidades resuelve, según la opinión de muchos vecinos). Ese organismo de la Administración regional ya estuvo a punto de darnos un buen susto hace unos años, con motivo de los trabajos de remodelación del puerto interior para destinarlo a embarcaciones deportivas: un técnico con alta responsabilidad en la Consejería de Fomento llegó a barajar entonces la posibilidad de eliminar la obra de Ortiz, al considerarla un estorbo. Esto, que no trascendió en los medios de comunicación ni se reflejó en el proyecto de obras, nos lo ha revelado un expresidente del Club Marítimo.

En los países civilizados, que saben cuidar el patrimonio cultural, la intervención sobre un equipamiento con la visibilidad y la centralidad del que nos ocupa no habría ofrecido duda alguna: se habría dejado exento y se le habría devuelto su aspecto primigenio, liberándolo de añadidos contra natura. Una de las particularidades de la vieja rula es, precisamente, su condición de obra aislada y ajena al entorno. Rafael Moneo, que siempre se preocupa por la "reflexión intelectual" que hay detrás de la buena arquitectura, podría dar muchas explicaciones sobre el 'estilo barco' (en la línea de Le Corbusier) del edificio de Ortiz, que, contemplado desde el Puente, semeja estar anclado en el umbral de salida a la mar. Moneo (al que tuve el honor de entregar personalmente mi libro "Joaquín Ortiz, un arquitecto racionalista") ha comentado en alguna ocasión la escasez que hay de edificios exentos: "Es difícil que una construcción encuentre una soledad radical, puesto que todas ellas, en el fondo, son parte de un legado, de todo lo que los hombres han construido a lo largo de la historia", ha dicho.

Pues bien, en Llanes tenemos en la rula uno de esos valiosos y escasos edificios exentos que contribuyen al decoro de las ciudades. Habría que haber sabido cuidarla mejor. Por el contrario, nos la han encorsetado, maniatado y afeado con el doble impacto visual del muñón de la pasarela y el malhadado cubículo anexo. Tenemos una rula guapa, pero humillada.

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