La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Félix Aramburu, "uno de los nuestros"

Constantino Suárez, "Españolito", ya se quejaba en 1936 del olvido de Félix Aramburu, uno de los más destacados animadores culturales de la Asturias del fin del siglo XIX y comienzos del XX. La obra de Aramburu y del Grupo de Oviedo (Aniceto Sela, Adolfo Buylla, Adolfo Posada y Rafael Altamira) fue barrida de la memoria casi hasta nuestros días porque el perfil liberal de estos activos intelectuales no encajaba la dinámica marxismo-antimarxismo que marcó todo el siglo XX y que produjo una revolución, una guerra y una posguerra interminable. Las ideas liberales de aquellos profesores y su lucha para poner la formación antes que la lucha de clases, fueron minimizadas por la lucha partidista, una lucha que trajo consigo una guerra, una posguerra y el retraso de la nación. Y también trajo el olvido de aquellos profesores, pues en el bando vencedor se los consideró izquierdistas y en el bando perdedor burgueses. La crítica marxista considera que pertenecieron a una "internacional burguesa" que se formó para aplacar a la clase obrera con cultura y frenar las ideas socialistas. En realidad fueron unos apóstoles de la educación, y a ella consagraron sus vidas.

Félix Aramburu, que fue rector entre 1888 y 1906, no pertenecía al llamado Grupo de Oviedo, (Sela, Buylla, Posada y Altamira), sino que encabezaba otro grupo llamado "regionalista", al que se adscribían Fermín Canella, "Clarín" y Rogelio Jove. Las diferencias estribaban en que los primeros eran krausistas y seguidores de la Institución Libre de Enseñanza, mientras que los de Aramburu, aunque también republicanos y amantes de la propagación de la cultura, preferían centrar sus miras en la región. Ambos grupos se unieron en 1898 y dejaron al margen a un tercer sector más conservador, tradicionalista y carlista, integrado por Estrada, Díaz-Ordóñez, Barrio o Álvarez Amandi. La unión entre los liberales dio unos resultados espectaculares para la Universidad de Oviedo, que con sus iniciativas pedagógicas (viajes al extranjero, traducciones, congresos, publicaciones, cursos y conferencias), se puso a la cabeza de las Universidades españolas. El fruto más notable fue la creación en 1898 de Extensión Universitaria, un hito que quedará para siempre asociado a Félix Aramburu, el rector que la puso en marcha, aunque justo es reconocer el papel que tuvieron los krausistas, especialmente Aniceto Sela, en la gestación de la idea.

Hoy queremos recordar a Aramburu y acercarlo a la comarca, porque a partir de su matrimonio en 1888 con Elisa Díaz estrechó sus relaciones con Ribadesella hasta el punto que eligió como última morada a esta villa, pues yace enterrado aquí. El concejo debe hacer memoria y reconocer como uno de los suyos a quien quiso ser, y para siempre, un riosellano más.

Félix Pío Aramburu Zuloaga nació en Oviedo el 5 de mayo de 1848, en la calle de la Ferrería, actual Alejandro Mon. Sus padres fueron Juan Domingo Aramburu Arregui, nacido en Oviedo, y María Josefa Zuloaga Madariaga, nacida en el pueblo guipuzcoano de Plasencia de las Armas, también llamado Soraluze. Juan Domingo Aramburu, que fue catedrático de Derecho Penal, decano y vicerrector de la Universidad, había nacido en Oviedo porque su padre, el eibarrés Lorenzo Aramburu, había sido destinado aquí como examinador de la Fábrica de Armas. En su "Monografía de Asturias" escribe Félix Aramburu: "Mis apellidos delatan que no es asturiano mi abolengo, pero sobre no ser esto inexcusable para hablar de Asturias y hablar ex corde, yo he nacido en ella, y, a mayor abundamiento, en ella tengo inajenables intereses del alma, y en ella he comprado con moneda de dolores, pequeños lotes de tierra que guarda, a la vera de despojos benditos, pedazos del propio corazón". Se está refiriendo al terreno del camposanto riosellano donde había enterrado a dos hijos varones, fallecidos en 1895 y 1896. Sobrevivió una hija, Elisa, fallecida en 1950, que se había casado con Jesús Coronas Menéndez-Conde, notario de Madrid.

Félix Aramburu estudió en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Oviedo, cuyas instalaciones estaban entonces en el mismo edificio de la Universidad, y se licenció en Derecho, con sobresaliente, en 1869. En 1870 obtuvo el doctorado en la Universidad Central de Madrid, hoy la Complutense. Siendo aún estudiante hizo su entrada en la prensa con varios artículos en el semanario "El Eco de Avilés", en los que analizaba el papel del estado y las virtudes del asociacionismo. En ese mismo periódico, y en alguno más, publicó sus poemas durante 1866, 1867 y 1868, pues en su juventud quiso ser poeta. Son poemas amorosos de corte romántico muy bien escritos, con gran musicalidad y versificación, en los que se nota su formación clásica. Sin embargo sus mejores poemas no fueron publicados, pues formaban parte del manuscrito "Noches de Luna", que regaló a una mujer en 1876 como declaración amorosa. Ella lo rechazó y los poemas no vieron la luz hasta 1952, cuando los incluyó Silva Melero en un libro sobre Félix Aramburu. Sí se publicó en 1899 "Historias de pájaros (que parecen de hombres)", pero su calidad es bastante inferior.

Como periodista, su principal logro fue la creación y dirección de la "Revista de Asturias", que existió entre 1878 y 1883, y en la que colaboraron poetas e intelectuales desde Campoamor o Palacio Valdés hasta Menéndez Pelayo o Gumersindo Azcárate. Él mismo también escribió mucho en esos días, tanto artículos serios como gacetilla social, con el seudónimo de "Saladino", o poesía y teatro en bable, con el de "Sico Xuan de Sucu". Su obra magna, en el marco del regionalismo, fue la "Monografía de Asturias", de 1899, en la que hace un ameno y completo retrato de Asturias en todos sus aspectos, desde la historia hasta la mitología, y desde la pesca hasta la industria de su época, sin olvidar las comunicaciones, el arte, la religión, el folklore, la lengua o el estado de la enseñanza. Entre otras cosas, habla de lo que mejoraría el puerto de Ribadesella si llegara el tren a la villa, o del abandono de la iglesia de San Antolín de Bedón ya en aquel tiempo. Como jurista, su obra más notable es "La Nueva Ciencia Penal", en la que defiende a la escuela naturalista de la ciencia penal frente a la positivista, pues cree que el corpus legal debe estar orientado a la redención del hombre, incluyendo la parte espiritual, y no a construir un aparato penalizador tecnificado y frío.

A partir de su matrimonio con Elisa Díaz y González-Cutre, Aramburu pasó a ocupar el palacio renacentista de la familia de ésta en Ribadesella, el actual edificio del Ayuntamiento. El palacio tenía una huerta en la parte posterior, fruto de la alineación urbana del siglo XVI, que se conoció desde entonces como "jardín de Aramburu" y en el que se construyeron a partir de los años ochenta la Casa de Cultura y otras dependencias municipales. En las cartas que escribe a Menéndez Pelayo desde Ribadesella le hace saber que se le está agravando su problema de glaucoma, que le llevaría a la casi ceguera en sus últimos años de vida. En la foto del homenaje a Fernández Juncos, un año antes de su fallecimiento, ya se le ve con lentes oscuros y muy desmejorado.

El Ayuntamiento lamentó mucho su muerte, el 30 de abril de 1913, y rindió sentidos honores a quien calificó como "un verdadero hijo del concejo". Su cadáver fue trasladado desde Madrid escoltado por una delegación riosellana y recibió sepultura en el modestísimo panteón familiar de la villa. El concejo recordaba, entre otras cosas, las conferencias de Aramburu en el Casino o su iniciativa -malograda- para construir en Ribadesella un monumento a Agustín Argüelles, que no se materializaría hasta 1917, ya con la alcaldía de Ramón Cifuentes. Y también recordarían muchos aquel sentido poema de Aramburu a la ermita de Guía, del que citaremos una estrofa: "Con ávidos ojos / la ve el navegante / que en playa distante / creyó perecer; / y al verla, aunque rujan / las olas y el viento, / recobra el aliento que le hace vencer".

Compartir el artículo

stats