La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Profesor

Semblanzas riosellanas: Manuel Barbas, "Cavite"

En recuerdo de un personaje entrañable cuya vida desbordaba entusiasmo y buen humor

Ocurre en los pueblos que de vez en cuando surge algún personaje cuyos hábitos y costumbres lo convierten en alguien popular, alguien que destaca entre sus coterráneos por sus singularidades. Es el caso de la figura que abordamos hoy.

Manuel Barbas Llaca nació el 26 de abril de 1876. De familia humilde, era conocido en la villa riosellana con el sobrenombre de "Cavite" por haber tomado parte en la batalla naval en la bahía de Cavite (Filipinas) en 1898, durante la guerra hispano-norteamericana.

Tras haber sido cañoneado y hundido su crucero de madera, de nombre "Castilla", llegó nadando y casi desnudo hasta la orilla donde, según nos cuenta Ramón Fernández (La Plaza Nueva nº 5), un grupo de Hermanas de la Caridad se afanaban por ayudar a los náufragos de la batalla. "Tómese esta toallita de felpa -le indicaron las monjas- y tápese las partes". "Gracias, hermanas -respondió el marino- pero detrás de mí vienen otros hermanos más necesitados que yo".

En palabras de Ramón Fernández, "Cavite mereció el respeto de sus conciudadanos por haber sabido defender el llamado de la Patria, cuando tantos otros se inhibieron, o en todo caso defendieron sus particulares intereses".

El cronista local Guillermo González relata en Estampas Riosellanas que en sus viajes en la marina Cavite había estado en Hong Kong donde, según él gustaba de contar, "limpiaba fondos del barco, y los tripulantes nos esparcíamos por los figones portuarios y por los sampanes, que son chigres y tiendas flotantes. En Hong Kong las damas andan en palanquín, y a los delincuentes los amarran por las coletas".

El mencionado cronista local lo describe así: "tenía talento natural y personalidad y siempre la frase oportuna llena de humor con que salpicaba las conversaciones con las personalidades que nos visitaban".

Y Miguel Victorero, en el semanario local La Atalaya (1928), señala: "la popularidad de Cavite residía en que siempre fue 'hombre de mar', un recuerdo viviente del viejo Ribadesella, un hombre de mar que amaba y recordaba sin cesar los esbeltos bergantines (...) vivía de sus añoranzas y evocando los tiempos no muy lejanos de su juventud, cuando la ría de Ribadesella era un espeso bosque de mástiles de veleros."

Nuestro peculiar personaje tenía por costumbre recitar la siguiente coplilla:

Aquí tenéis a 'Cavite'

que desde muy pequeñín

jugaba muy bien al pite

y sigue siendo un pillín.

En el monte del Corveru

cazaba con gran destreza

sin pólvora ni escopeta

los pinzones con gomeru.

Yo a los árboles subí

y a los pedrales bajé,

y hasta en Borines dejé

tristes recuerdos de mí.

Entre otros oficios, Cavite trabajó como guía de La Cuevona, antes de que se construyera la carretera de La Piconera, adonde transportaba a los visitantes en barca por una módica cantidad. Miguel Victorero hace referencia a esta actividad: "¡Chalupa de Cavite, rápida y ágil como las hechas por los indios en troncos y árboles, conocedora experta de los regatos y ensenadas del Sella y de los escollos y acantilados del Cantábrico!"

En una edición de la La Atalaya de 1926, un colaborador que firma con el seudónimo de Hersur dedica a Cavite el siguiente soneto:

Héroe legendario de una canción de gesta,

terror de los turistas, y de nuestros pedrales,

cuando en casa "Canijo" cantas "La Morisqueta"

eres Fleta, y ahuyentas con tus trinos mis males.

Mindanao, Manila, ¡San Esteban!, ¡Borines!

son tierras de leyenda que al pasar por tus labios

adquieren la fragancia de "merluza" y jazmines?

¡Oh, pescador insigne de los "tablones" sabios!

Cavite: bien quisiera que esta prosa "arrimada"

a la Historia pasase con tu nombre famoso

con la gracia suprema de una "buena picada".

Si se pescasen "gochos" vaya "coblada",

entonces, yo te haría un poema, que fuese tan hermoso

como la rosaleda de tu alma rosada.

Tras su fallecimiento el 16 de julio de 1928, a los 52 años de edad, el mencionado semanario se hacía eco en una sentida necrológica: "Con 'Cavite' desaparece una de nuestras más destacadas figuras típicas; él como nadie, en estos últimos tiempos, era quien daba la nota castiza y de sabor riosellano en los carnavales, haciendo gala en todas las ocasiones de una sana alegría y envidiable buen humor. Fue 'cicerone' indispensable en las visitas a la Cuevona y en las excursiones por la ría, y por su peculiar gracejo contaba con las simpatías de todo el vecindario".

Por su parte, Miguel Victorero se lamentaba así del deceso: "Y ante una humilde casita cuya fachada apenas se ve entre ramajes y flores, sobre un pequeño soporte, la miniatura de un barco de vela. En esa casita minúscula, en aquel hogar humilde en que acaso algún día faltase el pan, pero nunca un poco de risa y un mucho de optimismo, vivía Cavite, el popular marinero cuya muerte ha puesto en el alma de los buenos riosellanos una pesada sombra de tristeza".

Con lo visto resulta fácil deducir que nuestro héroe de guerra gozaba de la popularidad y el cariño de los riosellanos de principios del siglo XX. Sirva esta breve semblanza como recuerdo de un personaje entrañable cuya vida, si bien discreta y menesterosa, desbordaba entusiasmo y buen humor.

Compartir el artículo

stats