Cuesta creer que esta sea la misma sociedad que, hace nada, miraba hacia otro lado cuando le estallaba en la cara un caso de corrupción. Del tres por ciento, por ejemplo, ya habló Pascual Maragall en el Parlamento de Cataluña en 2005. Pero entonces, quizá porque aún vivíamos en los mundos de Yupi y concertábamos hipotecas como quien colecciona sellos, nos hicimos los locos. Los partidos políticos también, tal vez porque ninguno estaba libre de pecado. Pero llegó la crisis, esa crisis por un lado maldita, pues ha llevado al abismo a mucha gente, pero por otro catártica, porque nos ha vuelto a mostrar el verdadero valor del dinero, del trabajo y del esfuerzo. Es verdad que convivir con la penuria y la rabia amenaza con convertir en inquisidores a quienes no se dan cuenta de que también tienen parte de culpa, pero bienvenidos sean estos nuevos tiempos de luz y conocimiento. Que se sepa todo. De Ponga a Llanes, pasando por Cataluña.
