Se supone que un parque nacional es un santuario que debe conservarse para las generaciones futuras. Así que no puede ser una romería. Por ello debe tener normas que, en buena parte de los casos, han de ser más restrictivas que en el resto del territorio. Pero una cosa es eso y otra gestionar a golpe de decreto, sin posibilidad de recurso ni réplica. Los rectores del parque nacional de los Picos de Europa lo han hecho (otra vez) mal. Las trabas contra las carreras de montaña, que se han sacado de la manga, de repente y sin estudios o informes que las avalen, suponen una muestra más de que este parque es un cachondeo. Es posible que algunas exigencias sean lógicas y necesarias, pero la imposición, la dictadura, el ordeno y mando sólo consiguen soliviantar a los vecinos y a los ayuntamientos. A no ser que lo que se pretenda sea, precisamente, fomentar el rechazo al parque nacional. Será kafkiano, pero es justo lo que parece algunas veces.
