Vayamos por partes. Los pingüinos sólo habitan en el hemisferio sur, sobre todo en sus altas latitudes. Yo esto no lo sabía, pero cuando ayer me llamó mi prima riosellana, Omedina Román, para decirme que había uno brincando por la playa de Santa Marina, rápido fui al "güeyu" que todo lo ve, internet, y me enteré. Ya me parecía raro. ¿Un pingüino en Ribadesella? No, era un arao, un pájaro con plumaje blanco y negro capaz de generar conversaciones de las que cualquier zoólogo se estaría partiendo de risa durante días. En plena era de la hípercomunicación y del híperdesconocimiento, las fotografías y vídeos corrieron por las redes sociales sembrando la duda de si los polos magnéticos se estarían invirtiendo. El bicho es poco frecuente por estas playas del Oriente, pero ya las visitó hace ahora dos años y tampoco era aquella la primera ocasión. Entonces se dio un buen paseo por El Sablón, en plena villa de Llanes. ¿Sería el de ayer el mismo, que huye de aquel concejo escapando del "frente del no", del supermercado que pretenden plantificar en Partarríu o de la demolición del Kaype? Quizá le dio miedo lo que pueda salir de las alfombras que los socialistas tejieron durante años con tantos gobiernos de mayorías absolutas. Nunca lo sabremos. Lo que sí podemos aprender, para esta y futuras ocasiones en que el enigmático pájaro nos visite, es que el arao, al contrario del pingüino, sí es una especie nativa de Europa. Domina las colonias marinas en las repisas de los acantilados en verano y en invierno suele aparecer en tierra sólo durante o después de los vendavales.
