Hay que hablar de urbanismo. Mucho. Porque durante demasiados años la mayoría de los ayuntamientos -no sólo Llanes- y todos los partidos políticos -no sólo el PSOE- concibieron los planeamientos como herramientas para recalificar terrenos y así obtener ingresos por licencias y tasas relacionadas con el urbanismo (el eterno problema de la financiación de los ayuntamientos, que los políticos nunca han querido afrontar). Pero los planes generales de ordenación tienen que ser mucho más que eso. Por supuesto, tienen que definir razonadamente dónde, cómo y cuándo construir. Pero también, entre otras muchas cosas, dónde no debe hacerse. Porque el objetivo no es urbanizar, sino ordenar y preparar el concejo para el futuro. El sector de la construcción debe tener su espacio, pero los demás también. Y han de adecuarse las intervenciones a la realidad del territorio y a las necesidades de la gente (hermosa palabra), no al contrario.
