La explanada de la basílica de Covadonga da pena. No es digna del lugar (ideologías y credos al margen) más emblemático de Asturias. y esa es una de las imágenes que se llevan a sus casas los cientos de miles de visitantes de todo el mundo que se acercan cada año al santuario. Habría, que enviar a los dirigentes del Gobiernín a Montserrat, en Cataluña, o Guadalupe, en Extremadura, para que comprobaran qué diferente es el trato de aquellas comunidades autónomas (países, regiones, naciones o lo que sean) a sus santuarios y a su patrimonio histórico y artístico. En Covadonga las deficiencias comienzan con los accesos y acaban en el propio Real Sitio, que necesita urgentemente un "lifting". Pero, lejos de eso, hace más de un año que ni siquiera se reúne el patronato de Covadonga. Y 2018, cuando Asturias tendrá una oportunidad histórica para mostrarse al mundo, a la vuelta de la esquina. Espabilina hace falta en esta patria querida.
