Tras las inundaciones que en 2010 arrasaron Arriondas, un funcionario comentó que los dirigentes autonómicos no paraban de frotarse las manos, porque, en plena crisis, iba a llegar dinero fresco. El tiempo, supremo juez, acaba explicándolo casi todo. Leyendo los pormenores del juicio del "caso Marea", y aún anteponiendo la presunción de inocencia, parece que parte del dinero público lejos de llegar a los centros educativos necesitados -como los de Arriondas, ahogados por la crecida- se iba a determinados bolsillos. El delito, si finalmente queda demostrado que lo hubo, es gravísimo. Hay que ser muy ruin para enriquecerse a costa de la desgracia ajena, a costa de los niños y los jóvenes, a costa del futuro; muy canalla para comprar coches de lujo y viajar a todo tren con dinero ajeno, mientras que nuestros hijos se quedaban sin profesores de apoyo, sin material escolar, sin transporte, sin calefacción, con menús de peor calidad... Imperdonable.