La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Díaz

Orientalia

Ramón Díaz

Los debates y la mendacidad

Los debates electorales televisivos son un ingrediente más de la gran mentira que se cocina para el día 26. Primero, no sirven, porque todo el mundo sabe de antemano qué defiende cada uno. Segundo, son pura pose, mero espectáculo, pues lo que más importa es saber a quién le traicionaron las axilas, qué dice el lenguaje no verbal de cada uno, quien adoptó postura de "macho alfa" o si alguien apaciguó los nervios con un bolígrafo Bic Cristal. Tercero, los candidatos (dejémoslo así) tratan buena parte del tiempo a los televidentes como si fueran memos, recurriendo a la demagogia, a verdades de Perogrullo y, si se tercia, a la mendacidad ("mendacity is a system we live in", escribió Tennessee Williams). Todo por el voto, única patria conocida. Además, parece que solo interesa quién ganó. Y cada candidato siempre gana (o no pierde en el peor de los casos) en los medios afines. Basta con saber buscar. Nada nuevo. Más de lo mismo. Partitocracia.

Compartir el artículo

stats