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Catedrático de Lengua y Literatura

Los encantos de la Asturias más auténtica

El día grande de las fiestas de Nuestra Señora de la Consolación en Caravia Alta

El domingo, invitados por el Doctor Lanchas, prestigioso y humanista ginecólogo salmantino, afincado profesionalmente en Asturias, especialmente en Gijón en donde se ha entregado completamente a ayudar a miles de madres a traer hijos al mundo y atender a miles de mujeres en sus peculiares ginecológicas, tuvimos mi esposa y yo junto con otros buenos amigos la ocasión de vivir en Caravia Alta -balcón al mar- una esencial y auténtica fiesta asturiana, la de Nuestra Señora de la Consolación, advocación especialmente querida por los habitantes de este singular y hermoso pueblo de la Asturias oriental, un pequeño pueblo, grandioso por sus vistas al mar y a sus maravillas montañosas, que la abrazan y la protegen al mismo tiempo.

Nada faltó en el día de grande de la fiesta patronal: voladores que anunciaban las fiestas; cantos y bailes regionales acompañados de la gaita y el tambor; la puja por quedarse por los diferentes productos de los ramos repletos de suculentos y sabrosos manjares. Puja que un consumado experto en la provocación y el desparpajo bien entendidos, mantenía en vilo entre los asistentes por la original forma de recabar dinero para mantener la tradición provocando la generosidad de los curiosos.

El centro de la fiesta estuvo dedicado a la celebración litúrgica de la Santa Misa con procesión incluida de Nuestra Señora de la Consolación. La misa solemne estuvo celebrada por el párroco, un sacerdote ejemplar, quien no sólo proclamó las glorias de Nuestra Señora bajo la advocación de la Consolación, sino que invitó a sus atentos fieles a un compromiso con la pastoral de la parroquia en favor de la solidaridad y la convivencia. Porque como dijo el sacerdote una fe recluida en el interior de la iglesia una vez a la año, sin proyección social y solidaria está casi muerta. El párroco invitó a una fiesta alegre, solidaria y divertida. Quien esto escribe tuvo el privilegio de portar la Cruz en la procesión honor de Nuestra Señora de la Consolación, en la que nada faltó, incluido el carro del país con los más pequeños como protagonistas alegres. O los bailes regionales ante la imagen de la Virgen en la puerta del templo.

La celebración litúrgica estuvo embellecida con símbolos de gran profundidad en su sencillez y con las voces viriles y piadosas del Coro de Lastres, un clásico, prestigioso y conocido conjunto, que llenó la recoleta y adornada parroquia de motetes y de salve marinera y popular, con el himno oficial de la Santina de Covadonga como colofón final y grandioso.

Una comida casi a los pies del Fito, con una sobremesa amenizada por el Doctor Lanchas con cantos tradicionales salmantinos, puso el broche de oro a un día en el que se gozó de los encantos de la Asturias más auténtica por menos sofisticada. Esa Asturias que puede pasar a ser un ejemplar perfecto de aldea perdida tal como la narró don Armando, por la desidia y el abandono de sus raíces profundas que la hacen paraíso natural, más allá de la propaganda oficialista y burocrática.

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