Nos dicen (o nos cuentan, que es distinto) que el faro de Ribadesella se va a convertir "en un plazo máximo de dos años y medio" en un centro de interpretación del caladero del Cachucho (o Cachuchu, que es su nombre local), un área submarina protegida desde 2011 por su riqueza faunística. Y nos dicen (o nos cuentan) que desde el faro se van a ver cachalotes, tiburones, calamares gigantes y ballenas. Alucinante. Y ya puestos, ¿por qué no podremos contemplar serpientes de verano, cordoveyos marinos, gamusinos nadadores y monstruos del lago Ness? Por pedir que no quede.

No es que yo esté en contra de que se haga algo en el recinto del faro, deshabitado tras su automatización (un recuerdo para el farero jubilado Ángel Gállego, fallecido este mismo verano) y pasto de la lenta degradación, como todo lo que no se atiende. No estoy en contra de esta ni de otras buenas iniciativas, todo lo contrario, pero sí me molesta que se nos tome el pelo con falsas expectativas. Y no me refiero exactamente a lo que están diciendo ahora, porque desconozco si están hablando en serio o en camelo (permítaseme dudar), sino a todo lo que se ha dicho e incumplido en estos años de atrás. Llevamos más de quince años escuchando proposiciones estupendas para el faro, pero todas ellas se han diluido en el tiempo, como polvo de sacarina en el descafeinado mañanero.

El primer amago de hacer algo allí, que levantó las lógicas expectativas sociales, fue durante el segundo mandato de Pepe Miranda (1999-2003), cuando la administración de José María Aznar y Álvarez-Cascos ofreció el recinto del faro para algún uso sociocultural. Recuerdo que fueron convocadas en el Ayuntamiento las asociaciones locales para que propusieran cosas y, entre otras, se habló de una cafetería mirador, de un parque de esculturas y de una instalación de minigolf, propuesta esta última que fue muy del agrado del entonces concejal de Deportes, Juan Ramón del Busto. Pero nada se hizo y nada se explicó desde las alturas gubernamentales, con la consiguiente frustración de la sociedad riosellana y de su Ayuntamiento.

El segundo amago, que levantó ya menos expectativas, tuvo lugar en 2008 durante el gobierno municipal PSOE-IU en Ribadesella, cuando el Ayuntamiento firmó un acuerdo con el Ministerio de Fomento (encabezado entonces por la socialista Magdalena Álvarez) para dar un uso cultural a aquella instalación. Esta vez no hubo convocatoria a las asociaciones y fue el concejal de Medio Ambiente, Paco Vázquez, de IU, el que decidió la creación allí de un jardín botánico atlántico, una idea en la que el edil puso mucho entusiasmo y que también quedó en nada, para enorme disgusto del concejal, que atribuyó la no realización a un boicoteo político hacia él por ser un socio de gobierno especialmente molesto para la alcaldía socialista. Como es sabido, el mandato acabó como el rosario de la aurora, con los socios peleados, y esta obra, como algunas otras (el saneamiento de la cuenca del río San Miguel, el parque acuático de la Mediana o el paseo de la avenida de Tito Bustillo), tampoco se llevó a cabo.

Cuando ya estábamos curados de espantos, surge ahora esta propuesta de la Autoridad Portuaria de Gijón y los políticos de varias administraciones se arriman y se hacen fotos en el faro, lo cual confieso que me sorprende porque no estamos en temporada alta de elecciones locales y regionales, que es cuando borbotea la olla de las promesas y destellean los colmillos en sonrisas fotográficas. ¿Será posible que esta vez vaya en serio? Prefiero acogerme al derecho de incredulidad y no creerme nada hasta que esté todo hecho y acabado. Y que lleve al menos un año funcionando, porque ya sabemos que en esta región se han construido aulas didácticas, centros de interpretación y museos varios que van fatal o que incluso nunca se abrieron al público y que ahí están cayéndose a pedazos, para mayor gloria de nuestros políticos, para despilfarro sangrante (¿se llama malversación?) de fondos europeos y para desilusión de la sufrida ciudadanía, que en buena medida sigue votando a los responsables (o irresponsables) de tanto desaguisado. Ay, el clientelismo político...

Volviendo al tema, y teniendo en cuenta la actual estrechez de la carretera del faro y el poco sitio hábil arriba, ¿han previsto cómo van a subir los autobuses, si es que piensan de verdad en llevar visitas escolares y turísticas? ¿Y el aparcamiento? Supongo que estará todo estudiado y no va a pasar como en la calle Comercio de la villa, desbaratada por una intervención municipal sin calcular las medidas y los espacios. Yo les sugeriría, ya presa del estado delirante que me posee, que instalaran un funicular o un tren de cremallera (o mejor un tren bala, que es más rápido) hasta el faro, y así se aprovecharan las incomparables panorámicas de la playa y los cantiles. No me tachen de cáustico, cínico o hiperbólico, pues en el fondo estoy en el mismo plan que Álvarez Areces cuando, siendo presidente regional, anunció (para intentar frenar las demandas riosellanas) que iba a poner un tren turístico por la costa de Tereñes y Abéu y un barco para ver desde la mar los acantilados jurásicos y unas figuras de dinosaurio que iban a poner en la costa. El pueblo riosellano, ya de vuelta de promesas, farolillos y fantasmaditas, bautizó la ocurrencia arecista como "el tren de la bruja" y "el barco pirata", desactivando con humor y coña marinera otra propuesta más o menos fantasmagórica con las que de vez en cuando nos azotan las costillas a los riosellanos. Y así andamos, conjugando como podemos el escepticismo y el delirio. Y tomándonos a guasa algunas cosas, qué remedio.