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El Puentón

Cangas, en deuda con Ramonín el de La Llongar

Sobre la trayectoria de Ramón Blanco Trespando, un apasionado del deporte base

Cangas de Onís y el deporte local, en particular, están en deuda con uno de sus convecinos: Ramón Blanco Trespando, conocido como "Ramonín el de La Llongar". Una persona que dedicó mucho tiempo, sin discutir horarios, a volcarse con el piragüismo de base cangués, primeramente en las filas del Club Piragüas Sirio y, posteriormente, a partir de principios de la década de los 90 del siglo pasado, en el Club La Llongar, entidad ésta en la que aún continúa, ejerciendo últimamente labores de vocal, después de haber ostentado la presidencia del mismo.

Ramonín el de La Llongar, 59 años de edad, es un hombre fiel a sus ideas y que supo mantenerse en un segundo plano, alejado de los "focos" mediáticos, dejando todo el protagonismo a los chavales cada vez que ganaban regatas y se subían al podio para recoger sus respectivos trofeos o medallas. Él, y nada nuevo escribo, quería pasar totalmente desapercibido -siempre lo consiguió- en los faustos postcarreras, como si la celebración llegase por conseguir la victoria en el mismísimo Descenso Internacional del Sella, sin lugar a dudas el gran objetivo de los deportistas ribereños que suelen practicar piragüismo.

Durante décadas ejerció como entrenador de las categorías inferiores: en un principio en el Sirio y, tras la escisión, en La Llongar, ambos de Cangas de Onís. Su mundo era, y continúa siendo, instruir y enseñar a los peques a palear en aguas del Sella, sobremanera en el paraje de La Llongar, al pie de su casa. Infinidad de niños y niñas recibieron sus primeras nociones de ese deporte con Ramonín en tareas de monitor y técnico. A ello se añadía la labor de reparar el material dañado o echar, no una, sino las dos manos en el viejo "chamizu" (como denominaban al hangar del Sirio), junto a otros compañeros de fatigas.

Algunos kayakistas llegaron a ser internacionales -Alberto Plaza, Emilio Fernández y Javier Sánchez, los tres del Club La Lloongar-Cangas Aventura, representan la savia nueva, en cuanto a vestir la camiseta de la selección española-; otros muchos se quedaron en el camino. Su labor siempre ha sido desinteresada e incluso aportando dinero de su bolsillo para adquirir material o poner una furgoneta a disposición para que los güajes pudiesen desplazarse a las distintas competiciones, tanto autonómicas como nacionales. Aún más: el vehículo que utilizó el Club Piragüas La Llongar hasta el año pasado era de su propiedad. Con eso queda dicho todo.

Me consta que a Ramonín el de La Llongar, quien, por cierto, carece de carné de conducir, es muy probable que nunca le veamos recibiendo el merecido reconocimiento público en una Gala del Deporte u otro evento social de calado. Para nada se trata de darle una calle o cosa similar, sino de mostrarle el cariño de una mayoría de cangueses por todo lo que aportó a la promoción del piragüismo de base. No le gusta ser protagonista, nunca le atrajo. Él, y perdónenme mi insistencia, bien se merece un homenaje por todo lo que ha dado durante casi toda su vida al deporte-base de Cangas de Onís, en este caso concreto al mundo del kayak y la pala.

Posiblemente, y es mi opinión, no le agrade mucho que su nombre salga impreso en estas líneas. Hasta igual se me enfada por dar esta opinión sobre su personalidad. Pero, aunque se acalore y refunfuñe, pienso que va siendo hora de que su pueblo natal le tenga en consideración y, de forma especial, los niños y niñas -muchos de ellos padres y madres de familia, actualmente- iniciados en el deporte hace varias décadas bajo la tutela de Ramón Blanco Trespando, "Ramonín el de La Llongar". Una gran persona y un entrañable preparador, que no atraviesa ahora su mejor momento.

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