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Con sabor a guindas

Un brindis de felicidad

Pensamientos durante un paseo en soledad por Ribadesella

No recuerdo, en ya mis largos años, un final de otoño y un principio de invierno de tan agradable temperatura. El sol abraza con ternura a las mañanas y ello invita a pasear. Acepté gustoso. Caminaba en soledad por mi aldea, tan sólo en compañía de mi sombra. Su presencia me aliviaba y entablé con ella una charla prudente y animada en el silencio que la naturaleza me ofrecía. Es bueno que la palabra interna se haga metáfora, me dije.

Mientras paseaba sobre la alfombra de hojas secas y doradas desprendidas de los árboles, mis pisadas crujían como un repicar de castañuelas al son de guitarra. En su melodía volvían los recuerdos envueltos en sentimientos de un año dejado atrás. En ocasiones se alejaban, iban y venían, en giros continuos, como veleta en torre mecida por los vientos.

Y así, sin darme cuenta, envuelto en pensamientos, llegué a Ribadesella camino de su delicioso paseo de la Grúa. Necesitaba ver el mar. Es un buen refugio este lugar. Este año felicité la Navidad con su imagen. Les decía que esta senda de tránsito es buena para meditar y asumir responsabilidades que nos llevan por buen camino, para compartir sueños que dejen la puerta abierta a la esperanza. El mensaje siempre fortalece.

Me sentía feliz en mi camino. El Sella me ofrecía su compañía. La bahía, en marea baja, asomaba sus islas de musgo verde. Sobre ellas, un grupo de gaviotas hablaba en voz baja. Seguro que cuando agoten sus palabras decidirán un nuevo vuelo de esperanzas. Llego al final, donde el "farín" sigue, en el tiempo, siendo el faro vigilante de su puerto.

A un lado, desde las alturas, su compañero Somos le ofrece silencio. Al otro, la marinera Virgen de Guía me invita a un rezo. Lo hago y, misión cumplida, regreso de nuevo. Me detengo, observo, y todo es igual y todo es distinto. Las aguas, dulces y saladas, limpias y brillantes, se han puesto de acuerdo. Sube la marea, el río la abraza. La playa es hermosa. Los yates y barcos de pesca descansan tranquilos. La Villa me espera con su encanto único, con su belleza, con la buena gente del pueblo que quiero.

Y ya, a paso lento, regreso a mi aldea. En mi camino respiro quietud y paz y me da en pensar, haciéndome ánimo constante, que el mañana siempre es esperanza. Vuelve mi sombra, alargada por la luz solar, a hacerme compañía, y en esa soledad buscada hablamos de todo un poco, de la edad avanzada, del trabajo, de las tertulias, de la familia, de la amistad, del afecto... también del alma, de un pequeño rezo, y acudo al pensamiento y llamo al sentimiento que lo quiero cercano como amigo bueno.

Para acortar camino busco un atajo que circula entre frondosos árboles. De pronto me detengo, uno de ellos me ofrece una rama herida. Quisiera consolarla y mi metáfora me obliga a pensar, al igual que tantas personas que hoy lo necesitan que también forman parte del "árbol de la vida". Talada descansaba sobre el suelo de esa tierra que le dio la vida. Imploro piedad, me decía, para otras compañeras mías, llamando la atención a ese leñador furtivo.

Diviso ya mi aldea y pienso en mi fructífero paseo. Es día de Navidad y miles de personas, de todas las edades, nos hemos cruzado palabras de felicidad. Es mi deseo que encuentren el más cálido futuro en busca de una paz tan necesaria. Ese es mi pensar para todos ustedes.

Antes de entrar en mi hogar acudo a una reunión de personas, ya jubiladas, que organizan sus planes colectivos para el año nuevo. Es hermoso que la hermandad se haga presente en nuestras vidas. Sabemos que los días pasan y ante ello disfrutemos de ciertos momentos esperando con ilusión y esperanza el tiempo.

Para todos, lo mejor en 2017. Que así sea. Un abrazo.

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