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Cronista de Parres

"Cantadle alabanzas por sus muchos trabajos"

En recuerdo de María Toraño Fernández

Laboriosa, fuerte y siempre al servicio de los demás fue María Toraño o Maruja Aramburu, que la misma persona era -con cualquiera de los dos nombres- la mujer que nos dejó el martes. Es fácil hacer memoria en estos momentos sobre Maru (como la llamaban sus amigas de la infancia) y sobre las muchísimas ocasiones en las que la hemos visto colaborando en trabajos altruistas, voluntarios, casi siempre relacionados con la iglesia, la caridad y el servicio a los demás. Su labor en Cáritas fue larga y entregada, trabajando en cualquier departamento en el que se considerase útil; lo mismo que en colaborar con la asociación Parres-Kinshasa, en organizar una carroza para el Bollu, o -durante muchos años- colaborando en la cabalgata de Reyes. Nacida en Sevares, en 1936, en una familia de cinco hermanos, llegó a Arriondas en 1967 al casarse con Aurelio Aramburu, con el que tuvo cuatro hijos y una hija: Aurelio, Juan Ignacio (Nacho), Antonio (Toño), Óscar y Ana. Buena parte de su vida estuvo dedicada a la hostelería, sobre todo en el bar La Terraza, al que dedicó treinta años.

Desde niña se ocupó -primero en su pueblo de Sevares y durante muchas décadas ya en Arriondas- de la ornamentación, de la limpieza y de cuanto fuese necesario hacer en la parroquia.

Todas las épocas eran buenas para ello, no había excepciones. No quedaba atrás ninguna festividad. Fuese Santa Rita, Corpus, San Martín y, así, cada semana del año litúrgico. La Semana Santa de todas las primaveras y la Navidad que inaugura todos los inviernos vieron su incansable laborar para que fuesen lo más entrañables y atractivas posibles. La exposición de más de cien belenes de estos últimos años (o nacimientos, como siempre dijimos por estas tierras) fueron su mayor entrega y dedicación. Hasta más de un centenar de ellos -de todo tipo, composición, volumetría o procedencia- formaban parte de su colección, y no pocos salieron de sus manos con una minuciosidad verdaderamente encomiable. Doy fe de todo ello, porque aunque no fuese yo un colaborador imprescindible para algunas de las labores antes mencionadas, sí estuve ahí observando, alentando, apoyando y poniendo de mi parte cuanto creí oportuno, que bien poco fue. Aún, con su ya avanzada enfermedad, pasó un par de semanas del pasado diciembre colocando la que ya es su última exposición.

Bien podemos decir con el sagrado Libro de los Proverbios:

"Una mujer hacendosa ¿quién la hallará?

Es más preciosa que las joyas.

En ella confía el corazón de su marido.

Busca la lana y el lino y los trabaja con la destreza de sus manos.

Despliega la fuerza de sus brazos y aún de noche no se apaga su lámpara.

Vigila la marcha de su casa y no come su pan de balde.

Abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre.

Sus hijos cada mañana se levantan y la llaman dichosa.

Cantadle por el éxito de su trabajo y que sus obras la alaben en público.

La mujer que teme al Señor merece alabanza".

A nosotros -por último- solo nos queda manifestar el pesar de estos momentos a sus cuatro hijos y a su estimada hija, Ana, y entonar con ellos una de las melodías que Maruja interpretó tantas veces en su vida. Nos referimos al pasaje del Génesis, 28:11-12, que recrea el sueño de Jacob, nieto de Abraham; aquel que dice: "Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal, y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella". La recreación de ese episodio del Antiguo Testamento fue versificada por la poetisa inglesa Sarah F. Flower (1834) y dio lugar a ese canto que casi todos hemos entonado en alguna ocasión. Hoy lo cantamos de nuevo para despedir a Maruja Toraño: "Cerca de Ti, Señor, yo quiero estar, tu grande eterno amor quiero gozar. Llena mi pobre ser, limpia mi corazón, hazme tu rostro ver en la aflicción. Pasos inciertos doy, el sol se va, mas si contigo estoy, no temo ya". En el libro de la vida que alguien edita y lleva al día en lugar ignoto, están anotadas sus buenas obras, su trabajo sencillo y su siempre disposición a colaborar en cuanto creyó oportuno o se le demandó.

Maruja nos aguardará hasta que la reencontremos cuando a todos nos vaya llegando el momento del "gran silencio".

Maruja: por ti doblan las campanas de la iglesia de Arriondas con especial eco y sentimiento.

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