Habían llegado a esta presunta nación de naciones en los últimos tiempos aires supuestamente nuevos en forma de partidos emergentes, que prometían devolver el poder al pueblo (lo mismo que un tal Trump, por cierto), democracia directa y demás blablablá. Iban a construirse formaciones políticas horizontales, donde las decisiones se tomaran desde abajo y más blablablá, si cabe. Pero resulta que, a las primeras de cambio, tanto los nacientes de derechas como los de izquierdas han construido partidos más verticales que la torre Eiffel, y han dado a sus líderes el poder absoluto. Lo cual recuerda a cuando Napoleón afeó al matemático Pierre-Simon Laplace que no citara ni una vez a Dios en su "Tratado de mecánica celeste", y éste replicó: "Señor, no he necesitado esa hipótesis". Pues parece que, al contrario que Laplace, el 60 por ciento de los que afirman que se puede y el 87 por ciento de quienes se dicen urbanitas sí la necesitan. Será que son creyentes.
