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Cronista de Parres

El intrépido indiano parragués

Un repaso a la vida de Acisclo del Valle Blanco, emigrado a Cuba desde Arriondas a finales del siglo XIX

Alejandro Suero Balbín nació en Lue (Colunga) en 1847 y emigró joven a Cuba en busca de una vida mejor, instalándose en el pueblo de Ciego de Ávila. Tres años después se casó con María de la Concepción Rodríguez Venegas de la Paz, con la que tuvo cuatro hijos. En 1885 juró el cargo de alcalde de esta localidad cubana. No quiso renovar como regidor municipal y se dedicó por entero a los negocios. En Cienfuegos logró acumular una de las fortunas más notables de esa ciudad y retornó a Europa, tras el exilio desde Cuba, para volver, posteriormente, con la nueva República de Cuba, en 1902.

En la última década del siglo XIX, el comerciante español Celestino Caces construyó una casa en Punta Gorda, conocida como la Quinta Morisca. Cuando este hombre se retiró de los negocios se la vendió a Alejandro Suero Balbín, quien, luego -como veremos- se la cedió a su hija Amparo como regalo de bodas, al contraer matrimonio con el acaudalado comerciante parragués Acisclo del Valle Blanco.

Dirigimos nuestra atención en este artículo hacia Acisclo del Valle Blanco, el cual había nacido en Arriondas el 17 de noviembre de 1865, bautizado al día siguiente en la parroquia de San Martín de Cuadroveña. Era hijo de Ramón Inocencio del Valle Marinas y de María Amalia Blanco Valdés. En la villa aprendió sus primeras letras, y en Cangas de Onís el bachillerato. Pertenecía a una familia de clase media, pues su padre era dueño de algunos establecimientos menores dedicados al comercio. Emigró a Cuba a petición de su padre que, al enterarse de la situación económica de la isla y de las facilidades que había para invertir en ella, envió a su hijo con un pequeño capital para que allí realizara negocios. Fue así como Acisclo, obedeciendo a su padre y con el apoyo de un tío materno que residía en Cuba desde hacía algunos años, emigró en 1882, a los diecisiete años de edad.

A su llegada se estableció en La Habana, pero un año después se trasladó a Cienfuegos junto a su tío. Es difícil discernir el interés particular de Acisclo por asentarse en Cienfuegos, se sospecha que haya sido por la cantidad de españoles que estaban establecidos en la ciudad, entre los cuales era significativo el número de asturianos.

Del Valle, en los primeros diecinueve años de residencia en la ciudad de Cienfuegos, logró introducirse en diferentes ramas de la economía. El capital acumulado por él en el transcurso de los años le permitió entrar en el negocio de la concesión de hipotecas, el cual, años más tarde, fue una importante fuente de ingresos para Acisclo. En el año 1902 se asocia con Alejandro Suero Balbín, y así aparece una casa comercial que girará bajo la razón Suero Balbín y Valle Sociedad en Comandita. Dicha empresa significó la consolidación de su capital y de su posición como un burgués polivalente de Cienfuegos.

En 1908, Alejandro Suero Balbín y Acisclo del Valle Blanco establecen negocios con The Cuban Central Railways Limited. El negocio consistía en que los señores cedían unas fajas de terrenos de varios solares situados al oeste de la ciudad cienfueguera que se destinarían a nuevas líneas férreas.

En 1909, la firma de Suero Balbín y Valle era consignataria en Cienfuegos de varias líneas de vapores que se encargaban de conformar las vías comerciales y el traslado de pasajeros entre Cuba y el resto del mundo. Esta firma comercial fue la que más buques despachó en el puerto cienfueguero en 1909, con un total de 55 vapores, lo que representaba un 29% de todos los barcos en servicio. De ellos, seis eran ingleses, doce españoles, nueve cubanos, ocho noruegos, seis alemanes y cuatro estadounidenses. Ejercían el control casi absoluto del comercio de importación de víveres en la región cienfueguera. Los mayores volúmenes de importación lo alcanzaban los granos de todo tipo, la harina de trigo, la manteca, el aceite, la sal, frutas en conserva, las carnes saladas y el café. Las firmas se alternaban entre ellas el predominio de la distribución de esos productos.

La industria azucarera fue otra de las ramas de la economía en la que invirtieron ambos asturianos. En 1915, compraron la azucarera San Lino, ubicada en el municipio de Rodas, compuesto por 51 caballerías de tierra (683.40 ha). Todo fue adquirido por la sociedad por el precio de 85.000 pesos en oro de cuño español.

A la par de todo este desarrollo, ambos hombres dirigieron sus esfuerzos de manera individual a consolidar sus fortunas personales fuera ya de la compañía, para lo cual dispersaron su capital e invirtieron en otros negocios.

En 1907, Acisclo contrajo matrimonio con Amparo Suero Rodríguez. Con motivo de la boda, Alejandro Suero Balbín, padre de la novia y socio de Acisclo, le regaló a su hija una casa de dos pisos y sus terrenos aledaños, ubicada en el barrio Punta Gorda de la ciudad de Cienfuegos, inscribiendo la propiedad a su nombre. Sin duda alguna, el que Acisclo se casara a la edad de 42 años con una mujer de 21 años fue una estrategia de ambos comerciantes. Las estrategias matrimoniales estuvieron muy de moda entre las élites económicas asturianas y españolas en general.

Entre 1901 y 1917, Del Valle Blanco adquirió un total de 28 propiedades, ubicadas no solo en la ciudad de Cienfuegos, sino también en otras localidades del país. Acisclo del Valle Blanco se introdujo también en la industria tabaquera y de combustibles. En el año 1919 se constituye una nueva sociedad anónima, la cual reunía a tres de los comerciantes más ricos del momento, considerados ya millonarios: Cacicedo Torriente, Nicolás Castaño Capetillo y Acisclo del Valle Blanco, bajo la razón de Compañía de Mieles y Combustibles de Cienfuegos S.A. La sociedad tenía por objeto la venta de mieles, petróleo y otros productos similares, para lo cual adquirieron una fábrica en las afueras de la ciudad que contaba con cinco tanques con capacidad para veinticuatro millones de litros.

En el Casino Español de Cienfuegos, hoy Museo Provincial, Acisclo -junto con su hermano Modesto- estuvo en la primera directiva de dicha institución, concretamente al frente de la sección de Beneficencia. Se destaca el donativo de 5.000 pesos para la construcción del Sanatorio de la Colonia Española, el cual le brindaría servicios tanto a los miembros del Casino como a la población en general. Del Valle fue miembro y primer presidente de dicho sanatorio.

Pero, sin duda alguna, el mayor reconocimiento de Acisclo del Valle Blanco lo constituye el Palacio de Valle. Para 1907 solo estaba construida en sus terrenos una casa de dos pisos. En 1913, Del Valle inicia la ampliación del inmueble, que culminó en el año 1917. Las cualidades estéticas y arquitectónicas del edificio lo convirtieron en único de su tipo en Cuba. La majestuosa construcción se ha convertido en todo un símbolo de la provincia cienfueguera y visita obligada para turistas. El Palacio de Valle es, sin lugar a dudas, el legado más importante que dejará Acisclo del Valle Blanco a la región histórica de Cienfuegos. Fue declarado monumento nacional el 22 de abril de 1992.

El chalet de la familia Valle, en el centro de Arriondas, levantado en la década de los años 20 del siglo pasado, es uno de los más representativos de la villa y sigue, fielmente, el estilo montañés. Ricamente decorado con aplicaciones de cerámica, se compone de planta baja, porche, piso y una elegante torre en la que luce el escudo de armas de los Valle. Rodeado de amplio jardín, espera -desde hace veinticinco años- un acuerdo de sus herederos para poner fin al progresivo deterioro que presenta.

En nuestros archivos parroquiales encontramos que, en 1896, Vicente Fernández, otro parragués en Cienfuegos, donó los terrenos donde hoy se levanta la iglesia parroquial de Arriondas. Acisclo pagó las 7.050 pesetas que costó el retablo principal, así como las imágenes de la Inmaculada, San Ramón y Santa Amalia. Otras dos imágenes de los Sagrados Corazones fueron donadas, en 1913, por las esposas de Acisclo y Modesto. Aquellas primeras imágenes de dicho retablo habían salido del taller del notable escultor valenciano don José Romero Tena.

El 26 de diciembre de 1919, con 54 años, Acisclo del Valle Blanco falleció cuando regresaba en tren de la Central San Lino, a donde había ido con su esposa. En el trayecto tuvo un súbito ataque de angina de pecho y, cuando el Dr. Emilio Ruiz lo reconoció, a su paso por Rodas, ya había fallecido.

Del Valle Blanco murió sin dejar testamento alguno, por lo que el 24 de enero de 1920 la familia distribuyó los bienes ante un notario. A su muerte, su viuda y sus ocho hijos (Alejandro Ramón, Amparo Amalia, Amalia Modesta, Purísima Concepción, Acisclo José, Ramón Inocencio, Leopoldo Nilo y María Teresa) fueron declarados como sus herederos legítimos y universales. Como todos eran menores de edad, la viuda nombró albacea a su cuñado Modesto del Valle Blanco. Años después, la familia regresó a España, trayendo consigo los restos mortales de Acisclo del Valle Blanco que, actualmente, se encuentran enterrados en el interior de la capilla-panteón familiar que ocupa el lugar más importante del camposanto de la capital parraguesa, el mismo que Acisclo del Valle mandó construir -tras solicitar permiso al obispado ovetense- el 20 de julio de 1913, y así se le autorizó el día 1 de agosto siguiente. Ciento cuatro años después, parece ser que esta capilla será restaurada próximamente, renovando las deterioradas escamas exteriores de cerámica de su cúpula.

Gran parte de esta investigación que hoy publicamos está extraída del reciente trabajo de diploma -en opción al título académico de licenciatura en Historia- de Lisandra Peña Gómez, de la Universidad de Cienfuegos (Cuba), quien consultó decenas de protocolos notariales, archivos, registros, fuentes publicistas, etc., bajo la supervisión y asesoramiento de su tutor y profesor el doctor Alejandro García Rodríguez. Todo este trabajo, recogido en más de cien páginas y con abundante material fotográfico, tampoco podría haber llegado a mi conocimiento si no fuese por la generosidad de Acisclo del Valle Álvarez, nieto del protagonista de este artículo, quien vela celosamente para que no se pierda el legado y la memoria de este indiano parragués que llegó a Cuba con diecisiete años, y que allí hizo fortuna. Como cronista de Parres, es mi obligación agradecer a Lisandra Peña, a Alejandro García y a Acisclo del Valle Álvarez el haber puesto a mi disposición todo este material documental.

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