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Lluís Llach

La evolución del cantautor

Hace unos días, sentado frente al televisor, a la hora del telediario, la noticia era que acudía a declarar a un juzgado de Barcelona el conseller de la Generalitat Francesc Homs, rodeado de partidarios que se solidarizaban con su causa.

Las imágenes se sucedían mostrando el tropel de gente que rodeaba al declarante. Podéis imaginar que mi grado de concentración en el reportaje era, a estas alturas, más bien bajo, de eso que miras como quien ve llover mientras haces otra cosa.

Pero de pronto, allí, en una esquina, charlando animadamente con dos chavalas en un segundo plano detrás del político citado, me pareció reconocer, como salido del pasado remoto, un rostro familiar que me llegaba envuelto en aroma de afectividad.

Escudriño, ahora sí, con interés la pantalla, y reconozco el rostro fino y afilado de Lluís Llach, el músico, el poeta, el cantante.

"Siset que no veus l'estaca a on estem tots lligats".

Tenía Llach, no sé si la conserva, una voz firme y limpia, apta para los tonos altos y épicos, pero modulada y tamizada por una exquisita sensibilidad que la hacía emocionante.

Baste deciros que, oyendo y oyendo aquel LP del Olympia -ahora es un vinilo- yo llegué casi a " parlar català".

Volví a mirar la pantalla y allí seguía, en segundo plano, Lluís, con las dos mozas, muy sonrientes ante los comentarios de él, pese a lo tenso de la situación que los convocaba.

" La Gallineta", "Damunt d'una terra", "Abril del 74"? tantas canciones, tantos recuerdos: " Si estirem tots ella caurá, segur que tomba, tomba, tomba"

Entonces encendíamos los mecheros -ni había móviles ni se les esperaba- y en aquellos años de la adolescencia empezábamos a reinterpretar el mundo, nuestro mundo, al calor de la camaradería propiciada por las canciones.

Lluís fue, para mí, el mejor de aquellos cantautores que pusieron música, y sobre todo, letra a la Transición.

La estaca a la que estaba amarrado el viejo Siset, era, obviamente, la Dictadura. Nos decía Llach que si empujábamos todos, caería, " ben corcada deu ser ja".

Lo veo, tras la pantalla, sonreír, bajo el gorro de lana. Sigue teniendo el mismo aspecto frágil y la misma cara de niño, pero me da la impresión de que la estaca ya no es la misma.

Claro que nosotros los de entonces, y recuerdo a Neruda, tampoco somos los mismos?

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