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Otra vez a vueltas con el puente de Ribadesella

La necesidad de levantar un nuevo paso sobre la ría del Sella y no quedarse en un cosmético parcheo

La semana pasada, en Benia de Onís, Antonio Trevín ponía el broche de su campaña por Susana Díaz pidiendo al gobierno de Mariano Rajoy dinero a esgaya para la comarca oriental. Excepto para Llanes, qué cosa. Habrá que interpretar este detalle (revisando el contexto y el subtexto) como un zurriagazo -simbólico- al actual gobierno llanisco, aunque un zurriagazo inocuo en la práctica, pues ni los dirigentes de Llanes parece que se hayan dado por aludidos ni está en manos de Antonio Trevín (ni de sus afines del anterior aparato socialista, un muerto viviente desde la noche del domingo) liderar las políticas a seguir en el PSOE que viene, sean de oposición o de gobierno junto con Podemos. La corneta de los cambios ha sonado y las murallas del vetusto aparato han caído estrepitosamente, aunque no se sabe si para mejorar o para acabar de liquidar al anciano partido conduciéndolo al peronismo, al populismo (valga la redundancia) y a los nacionalismos periféricos más retrógados. Confieso que se me hizo raro que Trevín, con su habilidad gatuna para caer siempre de pie, hubiera madrugado tanto para colocarse entre los que, contra todo pronóstico inicial, han sido derrotados por el errático Pedro Sánchez. Sin duda minusvaloraron sus posibilidades, a la vez que sobrevaloraron las del aparato y sobre todo las de la lozana andaluza, tan cañí ella pero tan inane y floja en la hora de España. Probablemente (y es mera maldad mía) Trevín quiso sacarse una espinita, aunque ahora se le habrá clavado un poco más en sus carnes dolientes. De todas formas, y por las vueltas que da la noria política, bien saben todos ellos que nada es definitivo en la sacrificada carrera de los políticos profesionales. Y siete vidas tiene el gato, o las que hagan falta.

Las peticiones (virtuales) de dinero para la comarca oriental enunciadas por Trevín también chocan un poco con la realidad del pasado reciente, pues en las dos legislaturas en que gobernó no hace tanto su colega Rodríguez Zapatero (otro locuaz susanista), ninguna de las partidas ahora reclamadas encontró acomodo en los presupuestos del Estado en los ocho años de su mandato, aunque el propio Trevín, siendo delegado del Gobierno, llegó a declarar que en 2010 habría partidas para el puente y para el túnel del Fito, otra de las exigencias que ahora reaparecen. No es por ponerme exigente a estas alturas, pero creo que ya va siendo hora de que los políticos abandonen el vicio de tomar por tontos a los ciudadanos y de que corrijan esa mala praxis de pedir al gobierno de turno que haga lo que ellos no hicieron cuando tenían la sartén por el mango. Y en el caso de Trevín con más razón, pues con su extenso historial (excepto león de las Cortes ha sido de todo) no le asiste la ingenuidad del parlamentario bisoño, ni tampoco la disculpa del miedo escénico de los que pisan por primera vez la arena del circo político.

Y me centro en el puente de Ribadesella, para el que exigía un millón de euros, supongo que para una reforma, pues un puente nuevo costaría bastante más, ya que la última propuesta conocida era de 8,7 millones. La reforma que quiere el PSOE parece que consiste básicamente en suprimir una acera y ensanchar la otra; es decir, desvestir un santo para vestir a otro, pero sin solucionar los problemas de fondo, que son varios y de diferente naturaleza. Yo ya me he pronunciado algunas veces y sigo pensando lo mismo que hace quince años, cuando la sociedad riosellana empezó a entender y metabolizar la obsolescencia de su obra magna. Ya lo había expuesto en 1979 el concejal centrista Tito Celorio, adelantado en algunos asuntos y poco escuchado, aunque no fue hasta la década del 2000 cuando la cosa se hizo obvia: el puente es viejo, feo, trasto, incómodo y peligroso.

Sé de sobra que los vientos no soplan a favor de una gran inversión, pero sé también que todo lo que se pueda gastar ahora en arreglos parciales será un freno a medio plazo para la construcción de un puente nuevo, que es lo que una villa de las características de Ribadesella reclama. Mi filosofía es la misma que en la lucha riosellana por el museo de Tito Bustillo o la del enlace de la autovía, y para el puente defenderé lo mejor, aunque cueste más tiempo, controversia y lucha social que un cosmético parcheo. Rechazo la ortopedia, los añadidos y los apaños para el puente, que reforzarán no tanto su estructura como su imagen de mamotreto, y quiero un puente nuevo, moderno, seguro y a tono con el paisaje más hermoso de la Cornisa Cantábrica. Y respecto al emplazamiento, pienso que no debería ser otro que el más próximo posible al actual, en la zona urbana de la villa, igual que se hizo con los puentes anteriores. No quiero ni pensar en que se abran nuevas zonas de destrucción de la marisma aguas arriba de la ría del Sella, un ecosistema extremadamente frágil y de gran valor medioambiental y estético. Si pudimos librarnos del desastre ecológico y paisajístico que anunciaba para toda la Mediana la línea férrea Llovio-Gijón (que nunca se llegó a construir) supongo que no lo aceptaremos hoy, cuando la conciencia ambiental es mucho más elevada que a principios del siglo XX. En mi modesta opinión, el nuevo puente debería ir más o menos en paralelo al actual, entre el Picu y el solar de la plaza de abastos, que debería ceder su espacio a una rotonda de acceso al puente nuevo. Y, por descontado, el puente viejo debería ser demolido y borrado del mapa, porque de lo contrario poco habríamos adelantado con la inversión.

Lo que más temo es que el tema puente se convierta, sin no lo es ya, en "un ser mitológico que aparece y desaparece en momentos electorales", como dijo alguien de Cabrales refiriéndose al teleférico. Barrunto que en los próximos presupuestos nacionales (en el caso de que el eje Sánchez-Iglesias llegue a gobernar) no habrá ni rastro del puente, ni del túnel del Fito ni de las demás reclamaciones evacuadas en Benia en vísperas de la debacle susanista. Habrá otras fieras a las que dar carnaza y no precisamente a los corderitos del oriente de Asturias, que vamos que chutamos con lo que la naturaleza graciosamente nos ha dado y con lo que nuestros afanes de autónomos pequeñoburgueses nos ha permitido ir consiguiendo.

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