Hace mucho, un político cuyo nombre no viene al caso resaltaba la "urgente necesidad" de asfaltar el viejo camino de acceso a una playa casi virgen. "Los minusválidos, los ancianos y los que dueños de embarcaciones también tienen derecho a disfrutar de esa playa", argüía. "Claro", contestó alguien, "entonces construyamos un ascensor a la cima del Picu Urriellu, porque también tendrán derecho a hollarla los nonagenarios y los paracaidistas, por ejemplo". En el mundo civilizado, los administradores buscan descongestionar y proteger los lugares más valiosos y delicados, para evitar su deterioro y legarlos en perfecto estado a las generaciones futuras. En el universo bananero el único horizonte es posibilitar que todo el mundo llegue en coche a la playa, a la cima, a la cama... Solo cuenta el beneficio inmediato y solo se habla de derechos, jamás de deberes... Y el asfalto convirtió aquella playa en un despojo.