Al margen de razones y cuestiones ambientales o económicas, que más que con resoluciones deberían apuntalarse con estudios e investigaciones, la "guerra del ocle", que enfrenta a pescadores y recolectores de arribazón (no a todos ni de un lado ni del otro), es tremendamente desigual. Sobre todo porque los marineros están respaldados por una dirección general, la de Pesca, que tiene muy claro qué intereses defiende, y por la Federación de Cofradías, que los ampara. Más: al menos en este tipo de conflictos, con "adversarios" externos, los pescadores se muestran unidos. Y en este caso cuentan además con el apoyo de las fábricas y los compradores de algas. Mientras tanto, los ocleros están absolutamente desamparados, pues no existe departamento alguno en la Administración del Principado que los represente, y menos aún que los defienda. Y, por si todo eso fuera poco, tampoco están unidos. De momento.
