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El solar de Delfa: una oportunidad para la mejora del urbanismo de Ribadesella

Sobre la necesaria planificación de la villa tras el derribo de la nave destinada en su día a la fábrica de conservas de pescado

Ya se haya demolido la nave de Delfa, cuya concesión a un particular (subrogada a sus herederos) fue revocada en octubre de 2016 por haber sido utilizada para un fin distinto (aparcamiento de pago) al de la concesión solicitada en 1954, que era el de fábrica de conservas de pescado. Yo no recuerdo lo que había en la nave en los primeros años sesenta, al principio de su existencia, pero sí sé que en las últimas décadas se utilizaba como viveros de angula y de marisco, además de cocedero de sus productos. Añoraré especialmente el pulpo cocido, que se entregaba al cliente con el agua de la cocción en una botella, con la que se podían guisar unas patatas la mar de sabrosas, valga la redundancia. También recuerdo que en los últimos años la nave se usó como aparcamiento de pago, infringiendo ostensiblemente las condiciones de la concesión, de lo que deduzco que los herederos del concesionario eran conscientes de que el fin del negocio estaba próximo, así que "de perdidos al río". O a la ría, que está al lado.

Hasta los rellenos de los años treinta toda esa extensa área era ría, pura agua. Esta zona no estuvo incluida en las mejoras del puerto de 1909 a 1913 (suspendidas por el fallecimiento del contratista), sino que las obras de encauzamiento y relleno de la ría fueron diseñadas en los años veinte, durante la dictadura de Primo de Rivera, aunque aún tardaron unos años en llevarse a cabo debido a la escasez de aspirantes a hacerse con la adjudicación de las obras.

Los trabajos en esa zona se desarrollaron principalmente a partir de 1929, bajo la dirección de José María Aguirre, director del puerto desde ese año. Primero se construyó la escollera que encauzaba el río por su mitad (causando seguramente el anegado por fango de la ensenada del Tocote) y después se acometió el ensanche terrenal de la zona del Portiellu, creándose el Campo de las Rollas, o "Campu les Rolles" en expresión local. Para ello se colocó antes que nada un dique exterior de piedra de cantería (desde el actual centro de salud hasta el costado del puente de hierro) y después se rellenó el amplio espacio resultante con los áridos extraídos en el dragado del puerto, que eran transportados hasta este punto por vagonetas que se deslizaban por cables, cuyo montaje estaba sustentado por una grúa que los riosellanos llamaban "columna de Alegría", por apellidarse así el contratista.

El espacio de tierra firme recién creado era muy goloso para todos, pues esta villa, que siempre creció a base conquistar trabajosamente terreno a la ría y de dinamitar los cuetos circundantes, tiene su mayor problema urbano en la falta de suelo para desarrollarse. El Ayuntamiento, que no era propietario del nuevo suelo, tenía aspiraciones para construir allí una casa consistorial, un mercado de abastos y una casa cuartel para la Guardia Civil, cuyo alojamiento en esos años dependía de los municipios. Pero también la Comisión Administrativa de Obras del Puerto, que tampoco era dueña del suelo, tenía sus propios planes, pues en un plano de 1927 puede verse dibujado un parque y un conjunto de instalaciones para Ferrocarriles Económicos de Asturias, como una estación, una playa de vías, un muelle cubierto y dos muelles más. La compañía ferroviaria venía usando desde 1908 como estación una caseta de madera, enclavada en un relleno en la ría, justo en el solar que hoy ocupa la Benemérita, aunque en 1926 ya había adquirido el caserón donde instaló la estación (por llamarla de alguna manera) y el almacén hasta que el ramal de Llovio dejó de prestar servicio.

Lo único que dio tiempo a construirse en aquel novísimo solar, llamado Campu les Rolles por almacenarse allí la madera destinada al tráfico portuario, fue el mercado de abastos, pues la guerra civil acabó con todos los planes de desarrollo. En los años cuarenta y cincuenta se instaló allí el campo de fútbol del equipo local, que fue desalojado en 1960 (con gran enojo del pueblo riosellano, del Ayuntamiento y del club, que debieron asistir, impotentes, a la cacicada de la superioridad) para que se construyera allí no sólo la enorme nave de la fábrica de conservas, sino también la nueva vía de Económicos, que por fin abandonaba su trazado sobre la carretera general (actual calle Palacio Valdés) y entraba en la villa por el medio del Campu les Rolles. En febrero de 1975 el alcalde Ángel Arias Ballesteros intentó levantar un vallado para crear un parque infantil en les Rolles, pero le fue denegado en base a la reclamación de Feve, que no aprobaba que la vía quedase dentro del parque.

Y así quedó la cosa hasta la llegada de la democracia y las vacas gordas, cuando se dispararon las iniciativas para esta zona, que se ocupó sin planificación, orden ni concierto, a espaldas de la "ordenación del territorio" que predican los políticos y las administraciones. A expensas de lo que aún falta por "ordenar" (y me refiero a las ruinas de la fábrica de Albo, del lavadero de minerales y de todo lo demás, hasta el Cobayu), en esa zona se acumularon un cuartel, una escuela de párvulos, la Casa del Mar, la estación de autobuses, el centro de salud y una subestación de bombeo para la depuradora. Todo muy interesante, desde luego, pero de planificación, cero. Y así están, por ejemplo, los accesos en la zona, por no hablar de la anarquía estética.

Hoy este espacio, o lo que queda de él, tiene una segunda oportunidad. No tengo ni idea de los planes que pueda tener la Administración, si es que tiene alguno. Tampoco sé si hay o habrá entendimiento entre las entidades con competencia (e incompetencia) en la zona, como puedan ser Costas, Puertos, Obras Públicas, Renfe, Adif, Marina, Principado, Medio Ambiente, Pesca, Ayuntamiento y seguramente hasta la Cofradía Gastronómica del Bígaro. No sé nada concreto, pues los planes que a veces avanzan las administraciones me merecen la misma credibilidad que la del museo oceanográfico del faro, el parque náutico de la Mediana o la piscina natural de la Cetárea: una coña marinera, hablando en plata.

Lo único que sé es que sumando el solar que deja libre la nave de Delfa y el que podría dejar el mercado de abastos (ya sin uso como tal y virtualmente prescindible), queda un gran espacio en el mejor sitio de la población, un suelo como hacía mucho tiempo que no disponía esta villa, siempre tan necesitada. Creo que es hora de que nuestras autoridades se dejen de pamplinas y piensen con mentalidad "de estado", de verdadera ordenación urbana y de futuro, pues me temo que esta coyuntura no se va a repetir en lo que queda de siglo. En mi modesta opinión, dada mi vasta ignorancia en cuestiones de urbanismo (pero conociendo bastante bien las carencias principales de mi pueblo), creo que lo que procede es pensar en las dos máximas necesidades urbanísticas de la villa riosellana: plazas de aparcamiento y un puente nuevo. Hay más, pero éstas son cruciales.

Pienso que no es momento de renunciar al puente, por complicados que sean los tiempos para las inversiones estatales. Las cosas empiezan a mejorar, dicen los gurús de la economía, y además ahora tenemos a una riosellana en el olimpo del poder de la nación, por lo que cabe esperar que ella, su jefe y su partido empiecen a defender la construcción de un puente nuevo.

Es el momento de planificar en clave de futuro en la villa, pensar en grande y destinar el solar del mercado de abastos para una rotonda o zona de acceso al puente del mañana, cuyo sitio natural es éste y no Llovio o cualquier otro punto alejado de la villa, donde, aparte de un pobre servicio urbano a la villa, haría un gran destrozo en el entorno de las marismas del Sella. Y en el solar de Delfa seguramente lo que procede es habilitar aparcamientos, y no digo de qué clase, pues doctores tiene la iglesia, pero sí digo que me parece un sitio muy a propósito para ello, pues esas ideas peregrinas de llevarlos fuera de la villa o de montar "aparcamientos disuasorios" en Truyes (cuando lo realmente "disuasorio" es la carencia actual de aparcamientos) no dejan de ser una ocurrencia, una insensatez. Y sobre todo, un suicidio comercial para Ribadesella, cuya subsistencia tendrá mucho que ver con el acierto o el error en las decisiones administrativas que se vayan tomando.

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