Ponga no tiene mar. Ni falta que hace. Le sobran argumentos. Le falta, si acaso, creérselo. Y apoyo institucional bien dirigido. Ponga es una joya natural, el último rincón virgen del paraíso. El bosque de Peloño, los desfiladeros de los Beyos, Santagustia y Viboli, los hórreos beyuscos, las aldeas (Viegu, Taranes, Sobrefoz, Canisquesu...), las montañas (Pierzu, Tiatordos, Ten...), la espectacular ascensión a Casielles, las rutas y senderos, Vallemoru, la arquitectura religiosa, las casonas, las fiestas populares, el guirria, los aguinalderos, el quesu de los Beyos, el roblón de los Bustiellos, las majadas de Ventaniella y Arcenoriu... No se trata de masificar, sino de buscar al visitante que interesa, ese al que no le importa viajar con katiuskas y paraguas, ni pagar un poco más por conocer la última frontera. Porque más allá solo hay osos, urogallos, lobos... el fin del mundo. Y hay mucha gente interesada en conocerlo.