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Con sabor a guindas

Desde Ribadesella a Covadonga

Palabras cálidas con la tertulia "El Garabato" tras la nieve

El ilustrísimo señor Abad de Covadonga, don Adolfo Mariño Gutiérrez, como especial invitado, atendió gustosamente la petición que le hizo la tertulia femenina riosellana que acudió al Santuario para expresarle sus mejores deseos por su reciente nombramiento y mostrarle su saludo más afectuoso.

Me pidieron las acompañara, para mí un honor, y lo hice en un día a recordar. Eran las cinco, esa hora sentida, poética y taurina, ideal para cantarle a Ribadesella su belleza, cuando Patricia, Carmina y yo, cruzamos el puente sobre el Sella camino de Sardéu para recoger a Menchu, promotora de este encuentro.

Decidimos apartarnos de la carretera. Teníamos ganas de hablarle con calma a la naturaleza y disfrutar de su paisaje; por ello, elegimos caminos estrechos y escondidos que, al igual que cicatrices curadas en el tiempo, unen, en su servicio, aldeas y caseríos.

A nuestro paso entre la alfombra verde del silencio del campo, animales pastando salían a nuestro encuentro, o bien se cobijaban entre los árboles, heridos por los fríos que, semidesnudos de sus hojas, están a la espera de ser vestidos por la primavera.

Era nuestro viaje como una meditada soledad buscada para abrazar en la intimidad a un maravilloso paisaje de cielos grises de distintos tonos, que cubrían de entrecortadas nubes la mirada de las cercanas montañas bañadas aún por sus blancos gorros de nieve.

Tras saludar en Calabrez al nuevo y acogedor restaurante entramos en las Arriondas de Parres donde Isabel recogió a María y ya en su compañía, pusimos rumbo a Covadonga donde nos esperaban Estela, Pita, Pat, Teresa y María Eugenia. Recibidos por el director del museo, Javier Remis, con la atención que en él es costumbre, pasamos al encuentro con do Adolfo, al que mostramos nuestra gratitud por su cariñosa y cordial acogida.

En la Basílica escuchamos, con atención, las voces prodigiosas de la Escolanía que fijaron aún más la emoción de nuestros sentimientos. Después, nuestro traslado al hotel para el encuentro concertado. Un apartado rincón, el fuego de una chimenea y unas viandas dieron un tono cálido al ambiente.

La charla fue larga, pero nos pasó en un instante. Todo fue muy ameno bajo la palabra fácil y documentada del señor Abad que, en su decir, profundizó sobre la historia de Covadonga, desde aquellos 1300 años de veneración por Pelayo a la Santina, hasta estos actos del centenario muy presentes en su intenso trabajo.

Con voz clara y firme en un ágil y amplio recorrido las palabras de don Adolfo fueron marcando las huellas del tiempo para dejar constancia que Covadonga fue la unidad de España como identidad y Reino del Principado de Asturias, demostrando, a su vez, la gran importancia que tuvo en el cristianismo de Europa.

Seguíamos con interés los comentarios del señor Abad y recordando mis juveniles años de ajedrecista, lo vi concentrado como el más experto jugador sobre el amplio tablero que forma la historia de este lugar que él hoy gobierna con humildad e ilusión. Supo ofrecernos esas jugadas claves que marcaron el rumbo y se activarán en el futuro de este Real sitio.

Todos estos acontecimientos, unos tras otros, fueron desfilando por su memoria, para nuestro deleite, allí donde hechos y personas se asomaban a esa extraordinaria partida de cuadros blancos y negros que reyes, peones, papas, obispos, monjes, canónigos, arquitectos, escultores, hombres de leyes y todas aquellas personas que fueron poso a tener en cuenta, en ese, desde siglos, diario vivir del Santuario.

Se cruzaron anécdotas. Se comentaron fechas como la del incendio de 1777 donde la Virgen románica se quemó. Se recordó la de 1818 cuando la coronación por Alfonso XIII. El trazado del túnel a la Cueva en el siglo XX. También el número de visitantes con el deseo de alcanzar el millón y medio y dentro de ellos el 14% de agnósticos y el 16% de ateos que satisfechos salen del lugar con una reforzada llama de encendida fe.

Así las cosas, largo sería de enumerar el sabio contenido del que nos dejó constancia y que sobe la amplia parcela de este apacible rincón hizo caminar a Santiago en peregrinación, a la amistad de Alfonso II El Casto con Carlomagno, a las casas reales desde Isabel II y don Juan Carlos I, así como de otros papas y grandes personajes que vinieron a rendir culto a la Santina.

La tertulia avanzaba sin contar el tiempo. Las preguntas iban y venían aliadas con el interés demostrado y la brisa de un afecto y amistad compartido le daban un especial encanto a la palabra. No olvidemos que a las tertulias la vida les ofrece todas las posibilidades para que dentro de un orden seamos partícipes de esas escuchas que nos llevan a un diálogo fluido que sea equilibrio y entendimiento.

He acudido a alguna reunión de estas once mujeres y he comprobado su unión. Lo que demuestra que los buenos modales son tan importantes como las mejores ideas. Formo parte de varias tertulias y me siento muy a gusto cuando son distendidas y dialogantes y acaban enriqueciendo lo comentado.

Estas damas llevan años invitando a destacadas personas de muy diferentes ámbitos y oficios -hicieron un interesante libro al respecto- y ellas son conscientes de que la libertad no es posible sin la verdad y la verdad, bien vestida, enseña, impone y tranquiliza. Por ello, su círculo lo veo como un pequeño sínodo donde se habla y se piensa con criterio.

He comprobado que a la agresividad no la dejan entrar y tratan de no poner larga penitencia a ningún pecado. Diríamos que son prudentes en su decir sin dejar de recuperar el instante de esa actualidad que la vida marca. En este sentido han creado el premio "Manos Curtidas" que se celebra el 8 de marzo -día de la mujer- como homenaje a personas que con su trabajo en silencio colaboraron, en el tiempo, con la identidad de Ribadesella.

Volviendo a Covadonga, yo añadiría, de mi particular cosecha, que a este lugar nos deberíamos entregar a cuerpo y alma ofreciéndole un respeto a su historia. Tiene un gran dimensión espiritual y suscita sentimientos que generan una distinta y especial fe.

La Santa Cueva ayuda mucho al sentir religioso en busca de una identidad cristiana, sin olvidarnos que en la realidad histórica de España es imprescindible. La batalla -criterios hay en otro sentido que yo respeto- fue, en mi modesta opinión, algo heroico ya que nace en ella una conciencia y una intensidad que se proyecta en el tiempo, uniendo a ella los símbolos de la Cruz.

Se habla que estamos en tiempo de crisis religiosa y ante ello todos aquellos que aún mantienen el privilegio de la fe, no deben esconderla, sino airearla para no ser confundidos por aquellos que están prestos al mínimo detalle para hacerles frente.

Siempre he pensado que Covadonga es un emblema para todos los asturianos y ello nos tiene que obligar a potenciar todo lo que con ella se relacione, se tenga más o menos fe. Tampoco debemos olvidarnos de la dimensión cultural que subyace en su historia, ni de esa belleza única de su naturaleza que al pie de sus lagos en estos Picos de Europa que la hizo ser el primer parque de España.

Me pregunto, con mi profundo respeto para cualquier opinión, si necesario fuera, que todos los asturianos, con prudente cuidado, no desmereciéramos después de tantos siglos, todos estos valores que el Principado tiene como cuna de la Reconquista. Necesitamos con fuerza defender lo nuestro.

Acompañamos una fotografía de Covadonga, en estos días, con la belleza de esa semioscuridad, cuando la tarde cabalga hacia la noche, captada magníficamente por Fidalgo, y la silueta de la Basílica adornada por la nieve, en las alturas y a sus pies, nos la mostraba como presencia de su oración para que nada faltase en los brillantes actos previstos de estas celebraciones que se esperan con enorme ilusión y esperanza, tanto a nivel privado como eclesiástico, para que la tradición se haga presente recuerdo en el culto y veneración que asturianos y visitantes tenemos por esa Virgen, respetada y amada, que conocemos por la Santina.

Por nuestra parte, tras recordar a otra tertuliana, María, que no pudo acudir, sin olvidarnos de la pequeña Iria que pronto recogerá el testigo, una vez terminada esta sosegada, amena y tranquila reunión emprendimos el camino de regreso.

Presencia de luna y noche hicieron que Covadonga estuviera envuelta en el más profundo silencio. Grandioso silencio, diría. Lo sentíamos como brisa de caricia. Se filtraba en el ambiente en un nuevo abrazo espiritual, lo que me hizo pensar que, para cada uno de los presentes, compartirlo sería hablarle a tu conciencia muy despacio con sosiego y serenidad.

He dicho alguna vez que el silencio no es ausencia es, una presencia del sentimiento que, como amigo fiel, refuerza la meditada fe de nuestros recuerdos, y la fe, ante cualquier circunstancia, creyente o no creyente, es un regalo que tenemos que abrir cada día para airear la siembra de su contenido.

Sabido es, queridas amigas, que vuestra tertulia es fiel centinela de la palabra, ofreciendo ideales y valores para dar vida al alma del pueblo.

Por ello, me gustaría que aceptaseis y tuvieseis por lema ese sabio consejo de San Agustín, que aún permanece en la actualidad, cuando nos dijo: "Nosotros somos los tiempos" y vosotras lo sois ya que, desde años, vuestra tertulia El Garabato, con humildad y constancia, viene ofreciendo su cosecha, sembrada en esas tierra de ilusión y de esperanza, que sabéis cultivar para que perdure en el tiempo.

Una vez más la habéis enriquecido con la presencia y acertada palabra de don Adolfo, al que felicitamos, mostrándole nuestra profunda gratitud.

Para vosotras mi respeto y admiración con un abrazo.

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