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Jóvenes artistas riosellanos

Una exposición interesante por lo que los protagonistas demuestran y lo que prometen

Durante todo este mes de marzo se viene celebrando en la sala municipal de exposiciones de Ribadesella una muestra de jóvenes artistas locales muy interesante, y no sólo por lo que allí ofrecen, sino por lo que prometen de cara al futuro, que está a la vuelta de la esquina. Está muy bien que se organicen y que se lancen al ruedo, aunque algunos llevan ya unos años en ello. Tiempo habrá para que cada uno haga, por separado, lo que tenga que hacer. Y, sin que se ofendan, pienso que se debería cuidar un pelín más la puesta en escena (marcos, rótulos, catálogo) para que las cosas tuvieran la importancia que se merecen, que es mucha.

En la presente muestra participan Dolores Álvarez, Iván Casanueva, Julia Peti, Sandra Asenjo, Ana González y Pablo Casanueva, que ocupan la sala durante la primera quincena de marzo y serán sustituidos por otro grupo en la segunda quincena. Dolores Álvarez ofrece unos cuadros de técnica mixta bien acabados, de factura muy disciplinada (y algo irónica, como en el surrealista Magritte) en los que parece plasmar (o criticar) la esencia del orden, de la jerarquía, del poder, utilizando siluetas de sillas y sillones como símbolo. Todo arte es simbólico, venía a decir el pintor con aquel cuento de la pipa pintada en un papel. "Esto no es una silla": es la representación de una silla. Un símbolo.

Iván Casanueva presenta una colección de fotografías en blanco y negro con una selección de personajes peculiares, de fuerte individualidad, como a él le gustan. Yo creo que él, que posee un gran potencial para la empatía, se identifica con todos sus retratados, sea el punki de la cresta, la "loca" del gorila, el antidisturbios con la guardia baja o el vagabundo del violín, que quiero pensar que es su favorito. Iván, además de fotógrafo, es un alma soñadora y un fino guitarrista, y por eso me atrevo a especular con sus preferencias.

Julia Peti, a la que creo que no conozco, practica el arte del "collage", que no tiene traducción al español, pues "cortar y pegar" no es lo mismo. En el collage, de la misma forma que en las artes marciales se utiliza la fuerza del contrario para derribarlo, se toman imágenes ajenas, se manipulan y se devuelven al espectador convertidas en otra cosa, incluso en su contraria. La mayoría de los collages aquí expuestos parten de las imágenes de las "pinups" despampanantes de los años cuarenta y cincuenta (cuya reina fue la española Rita Cansino, después Hayworth), pero desactivando la intención erótica original de las estampas (erotismo para caballeros, entiéndase) y despojándolas del tufillo machista de la época, de todas las épocas. Es, en el fondo y en la forma, una obra muy pop la de Julia Peti.

Sandra Asenjo cuelga tres cuadros de buen formato, ambiciosos, con una técnica parecida al "grattage", al raspado. Dos forman un díptico y el otro va separado, aunque es similar: si me alejo y miro el conjunto es como si el tercero observara a la pareja de los otros dos, aunque no creo que en una obra tan seria quepa este tipo de frivolidades. Sandra ha traído obra informalista, lo que comúnmente se llama abstracto, un arte cuya comprensión tiene sus dosis de exigencia y de educación en la materia. Yo debo confesar mi incapacidad para entender bien este arte, aunque aprecio cosas de Miró, Kandinsky o Pollock, y no tanto las del grupo El Paso, el colectivo español que puso a España en el mapa universal del arte de los años 50 y 60. Y confieso también que de Sandra me gustan más algunas de sus obras del concurso de pintura en la calle: una de ellas la tengo en casa y es un placer mirarla, aunque ya sé que el arte no siempre es placer.

Ana González expone una colección de lápices, tintas y acuarelas, todo exquisito. Es, me parece, una artista con un alto grado de madurez técnica, seguridad en el trazo y capacidad de síntesis. Yo la veo de camino hacia la ilustración profesional. Aquí presenta animales varios (dignísima sucesora en este terreno del dibujante y grabador Guillermo González) y en su haber tiene un calendario magnífico para este año 2018 ilustrado con estos temas faunísticos. Mi sorpresa en esta exposición han sido otras cosas, como la ermita de Guía o la basílica de Covadonga, y sobre todo las espléndidas acuarelas de flores, ejecutadas con una levedad y elegancia que recuerda a ciertas cosas del mejor arte oriental.

Dejo para el final a Pablo Casanueva, con quien tendré el honor de compartir el próximo verano una experiencia artístico-literaria. En esta exposición se desmarca de los demás porque presenta videoarte y no cuadros o fotos. Se trata de once piezas, entre el minuto y los cinco minutos, casi todas ellas con un denominador común: el paso del tiempo. Para mi gusto, cuando más acierta Pablo es cuando se aleja de lo etnográfico y se acerca al puro minimalismo, al menos es más, por lo menos en esta fase de aprendizaje, cuando tiene que aprender a dominar el tiempo, aunque pienso que de alguna forma el tiempo lo ha dominado a él, lo cual es todavía mejor. En este montaje, compuesto a base de apuntes y esbozos de videograbaciones, hay piezas realmente excelentes, y citaré algunas: "Tres días a la ventana", en la que se mide con pretensión de objetividad el tiempo (el natural y el climático) de la naturaleza; "Para Abbas", una delicada observación de la intemperie en el campo; "Steps", un homenaje al ritmo, la emoción y el cultivo de las artes y, por encima de todos, "Submarinista", que habla sin palabras de cosas básicas para el ser humano: la necesidad de respirar, la angustia de la espera y la indiferencia de la naturaleza. Sé que Pablo Casanueva va a hacer muchas cosas en esta vida, pero le va a costar superar la profundidad, la economía y el lirismo de esta pieza de minuto y medio. Una joya contemporánea.

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