El pasado miércoles me emocioné en el teatro Campoamor en el estreno de la zarzuela "Curro Vargas" de Ruperto Chapí. Recordé la obsesión que Luis G. Iberni tenía con esta obra. Luis ha sido el gran especialista en Chapí, y su estudio sobre él es obra de referencia total. Estaba empeñado en que se llevase a escena por múltiples razones, entre ellas por su calidad musical y también por la perfección del verso que sustenta las partes habladas. Conocía muy bien la partitura y estaba convencido de sus posibilidades para funcionar en nuestros días a través de una dramaturgia moderna y vigorosa.

Por eso cuando Paolo Pinamonti apostó por programarla me alegré especialmente. Y esa alegría se acrecentó al saber que nada menos que Graham Vick iba a ser el director de escena de la misma. El estreno en Madrid fue saludado por la crítica especializada como un hito y un acontecimiento. Todavía no hace ni una semana me lo recordaba un prestigioso crítico ante el estreno ovetense. No tenía dudas: "Es con diferencia uno de los mejores espectáculos del año en la cartelera madrileña", aseveraba con vehemencia.

Pues bien, ahora se puede decir, sin lugar a dudas, que en nuestra ciudad es el mejor de cuantos se han representado a lo largo de la temporada en el Campoamor. Vocal y musicalmente los resultados son magníficos -imponente Alejandro Roy en uno de sus grandísimos papeles, de esos que hacen grande a un tenor-, espectacular la Capilla Polifónica, por entrega y capacidad de sacar la obra con una entidad que refrenda el acierto de su renovación, y también fundamental el trabajo de Martín-Baeza al frente de Oviedo Filarmonía.

Pero es el trabajo escénico de Graham Vick lo que consigue encumbrar las funciones y darle un vigor expresivo inaudito. No se asusten por las cuatro horas de duración. La fuerza del drama tiene tal empuje que puede con todo. Vick es capaz de dar una vuelta de tuerca a los grandes tópicos españoles. Me consta que se metió a fondo en las procesiones de Semana Santa en diferentes ciudades y preparó en condiciones su trabajo. Su intención no era la de la provocación gratuita, sino la de hacer el drama cercano al espectador de hoy. Vick es uno de los mejores directores de escena del mundo. Sí, del mundo. Es uno de los que han revolucionado la historia de la dirección escénica operística contribuyendo de forma decisiva a la evolución del género, a su supervivencia y a la captación de nuevos públicos.

Aquí apostó por devolver a la obra el espíritu de su autor. "Curro Vargas" ha sido maltratada constantemente amputándole el texto hablado. Él vio desde el primer momento la calidad del verso de Manuel Paso y Joaquín Dicenta basado en "El niño de la bola" de Pedro Antonio de Alarcón. Chapí y sus libretistas convierten el drama romántico en una exacerbación verista, con rasgos naturalistas, en la que la violencia de género, la sumisión de la mujer y la venganza son elementos capitales. Esto es lo que Vick enfatiza llevándolo a nuestro tiempo, con pasajes deslumbrantes en los que el desgarro convive con el esperpento -algo tan puramente español-. En este sentido la incardinación en la trama de los números cómicos es de una maestría total. Desfila el ejército, el clero, las "chonis" y los "poligoneros", "El canalleo yonqui", el poder corrupto. ¡Asuntos bien vigentes en nuestras televisiones, en las noticias y en el entretenimiento!". Tampoco falta la "España eterna" y todo desemboca en una procesión deslumbrante a la que se llega con un exceso mediterráneo y fallero. Vick emplea dobles conceptos escénicos como emblema, recurso siempre fantástico del teatro inglés. Por ejemplo, el sofá que simboliza el hogar convertido en paso procesional. Hay tantos detalles de dramaturgia elaborada, de férreo control del verso - ¡qué bien Luis Álvarez y Milagros Martín!- que se escapan a un comentario breve. Conviene, eso sí, apuntar algo que la indiferencia mediática ha dejado casi invisible. De forma paralela a las funciones de "Curro Vargas" en el Campoamor se desarrolla un congreso internacional sobre zarzuela capitaneado por musicólogos de la Universidad de Oviedo. No es una casualidad que estén especialistas de diferentes países en Oviedo justo estos días. Las representaciones de la obra de Chapí han llamado la atención de decenas de especialistas. Como todo lo sustancial, pasa casi desapercibido.