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andres montes

La verdad siempre llega tarde

La "operación de los palacios" y la agenda de la campaña electoral

Con la apertura de un nuevo frente judicial en la "operación de los palacios" queda la duda de si este será por fin el procedimiento que deje al aire los entresijos más oscuros del gabinismo, ese tiempo que en buena parte coincide con el de los excesos que el país ha purgado en estos crudos años. Era aquel un momento, recordemos, en el que resultaba de lo más normal y nada impúdico que un alcalde criador de caballos levantara un hípico con fondos municipales, transformado hoy en la metáfora material de ese período en el que se borraron todos los límites y el dinero circulaba de lo público a lo privado con natural fluidez. Lo único seguro es que la noticia de que la fiscalía advierte un posible delito de tráfico de influencias en la adjudicación de esa operación a un entramado empresarial, constituido para la ocasión, provoca la "melancólica sensación de que la verdad aflora cuando ya no sirve para nada", de la que, con estas mismas palabras, hablara en Oviedo Claudio Magris hace casi una década en un coloquio con el recién fallecido Günter Grass.

Pero la insatisfacción de una posible verdad tardía no justifica excluir de la campaña electoral ese sustrato oculto que lejos de pertenecer al pasado, y como ya ocurriera con Villa Magdalena, gravita con incertidumbre sobre el porvenir local ¿De qué vamos a hablar en un período tan apropiado si no es del modo en cómo que se ha ejercido el poder en esta ciudad? Solventar eso requiere algo más que un intento de matar al padre con un elusivo "yo no estaba", como pretende hacer el alcalde, Agustín Iglesias Caunedo. Pese a su aparente empeño en abrir horizontes nuevos, todavía no le hemos escuchado renegar con contundencia del tiempo de los excesos, quizá porque ha crecido políticamente en él, quienes lo provocaron son los mismos que le auparon al lugar que ocupa y eso conlleva rupturas personales de resultados impredecibles.

La actuación de la fiscalía en el caso de los palacios ha permitido al candidato socialista Wenceslao López sacar su dilatado historial de denuncias públicas que apuntaban a algo de lo que atisba la justicia. Denuncias a las que ni su propio partido prestaba oídos, embelesados sus representantes municipales de entonces por el aura y la mundanidad de Santiago Calatrava, cuya figura daba cobertura a una operación ahora bajo sospecha. López parece moverse en la misma soledad de entonces, con una lista de perfil bajo y sin conseguir sacudirse a estas alturas el estigma de la derrota que ha marcado su trayectoria política. Una de las incógnitas de esta campaña es si conseguirá capitalizar todo su trabajo previo sobre esa gran operación que marca una década de la vida local, algo que sí ha hecho Roberto Sánchez. De López y Sánchez depende que lo que excita el interés de la justicia entre o no en la agenda de campaña. Mientras, seguiremos a la espera de las verdades tardías, esas que nos dirán si lo que se ha dado en llamar élites extractivas era, en el que caso que nos ocupa, sólo un grupo de ventajistas que mordió más de lo que podía digerir.

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