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In memóriam

La herencia de Paula

En recuerdo de la decoradora García-Vallaure, fallecida a los 44 años tras una larga enfermedad

El viernes pasado hubo en todo el barrio ese aire frío que parece que sopla cuando la muerte llama a la puerta. Porque Paula se nos había ido después de una lucha a muerte contra la enfermedad. A Paula la queríamos todos. Ella amaba la vida, repartía alegría con generosidad, estaba siempre dispuesta a darse en lo que hiciera falta. Y no es que tuviera la vida de cara, porque en estos tres últimos años una feroz enfermedad la maltrataba con dureza. Pero ella con su sonrisa seguía atendiendo a su marido y a sus hijos como si no pasara nada. Era una de esas mujeres buenas, limpias, alegres, adorables, gracias a las cuales este mundo sigue siendo habitable.

Me doy cuenta que para los padres, los hermanos, la familia, los amigos... no es fácil entender la partida de Paula. El dolor es un misterio. Y no queda otra que acercarnos a él con delicadeza, como lo hace el cirujano ante la herida. Y con realismo para no falsificar la realidad. Nos basta mirar alrededor para darnos cuenta que "la humanidad es una sombra sollozante". A unos los crucifica la enfermedad, a otros les falta un brazo o una pierna, otros no tienen trabajo, otros no tienen un amor correspondido. Otros quisieron ser actores o médicos, y trabajan en lo que pueden. Otros no tienen cultura, otros tienen un hijo drogadicto. Por eso todos somos seres mutilados. Todos.

A pesar de esta gran pérdida, en la conversación del viernes, que mantuve con Gerardo, su marido, me conmovieron sus palabras, "me interesa más una vida llena que una vida larga". Y es que el valor de una vida no se mide por los años que dura, sino por los frutos que produce. Y ahí Paula no ha dado a todos una gran lección porque aprovechó su enfermedad para no amargarse, para seguir dándose con generosidad a los suyos, para no amargar a los que le rodeaban. Ella no pudo superar esa terrible enfermedad, pero con su coraje, como recordó Nacho, el día del entierro, consiguió que la enfermedad no arruinara su amor a la vida.

Sólo me queda pedirle a Paula, nuestra gran amiga, que se acuerde de este mundo nuestro, donde para los más, lo sobrenatural parece ser un sueño del pasado. Y sin embargo, estos días hemos comprobado como la gracia de Dios se abría paso, en tantos amigos, a través de los espesores del dolor y de la muerte. También los padres, Armando y Emilia, los hermanos, los amigos, hemos sido testigos de lo que puede un alma afinada por el dolor. Incluso un alma "pequeñita" como la de Paula. Y a Gerardo, su marido, le recuerdo la herencia que le ha dejado Paula, con unas palabras de Luis Rosales: "Lo que has amado es lo que te sostiene. Lo que has amado esa será tu herencia. Y nada más".

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