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Profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo

Uso de tranquilizantes: razones y alternativas

Una explicación médica del elevado consumo de fármacos para la ansiedad y el insomnio

Leo en LA NUEVA ESPAÑA una información según la cual más de la mitad de las mujeres asturianas consumen tranquilizantes. La noticia, basada en un estudio de la Consejería de Sanidad, sugiere algunas reflexiones que a continuación expongo, sin ánimo de ser exhaustivo.

1. Los datos son los datos, y se puede estar de acuerdo, en principio, en que el consumo de benzodiacepinas en Asturias es muy elevado, especialmente en personas de edad, en las que suponen riesgo (no sólo de caídas, sino de cuadros confusionales, problemas de memoria...).

2. Existe una normativa que recomienda limitar el empleo de benzodiacepinas a un máximo de tres meses y de hipnóticos a dos (incluyendo en ambas cifras un mes para la retirada del fármaco), pero no se aplica.

3. Las benzodiacepinas pueden generar dependencia en sujetos susceptibles, especialmente en dosis elevadas, con mayor facilidad -esto sí- para las benzodiacepinas de vida media corta.

4. Las de vida media larga tienen un riesgo de acumulación especialmente relevante en ancianos, dado que su metabolismo es más lento.

5. En los países en los cuales su uso está limitado por ley y cuando ésta se cumple (por ejemplo, el Reino Unido), sube el empleo de otras substancias de acción hipnosedante (alcohol y ciertos medicamentos entre los cuales están los antidepresivos, los antiepilépticos y los antipsicóticos).

6. El empleo de antipsicóticos en ancianos tiene en muchos casos mayor riesgo que el de benzodiacepinas (caídas, cuadros confusionales, efectos extrapiramidales, muerte...).

7. Las benzodiacepinas se emplean para muchas más cosas que para tratar la ansiedad o el insomnio. Y se utilizan a veces fuera de indicación como miorrelajantes, como anticonvulsivantes (algunas), como coadyuvantes en el tratamiento de la depresión, de las psicosis, de los trastornos psiquiátricos en general, y en cirugía menor o mayor como preanestésicos.

8. Los problemas de insomnio y ansiedad son muy prevalentes en la población general y especialmente en los sujetos de edad, lo que explica su mayor consumo. El sueño de los mayores está más fragmentado en la noche y el día, es más superficial, menos eficiente, con menor cantidad de sueño profundo y en general menos reparador.

9. Los mayores consumos por parte de la mujer, aparte de mostrar el nivel de estrés que supone la doble carga de la responsabilidad y el trabajo fuera de casa para ellas, revelan también una mayor predisposición a usar recursos médicos -consultan con mayor frecuencia que los hombres- y mayores alteraciones del sueño como consecuencia de la maternidad, las oscilaciones naturales de los ciclos hormonales, etcétera.

10. Yo estaría de acuerdo en que se promoviera un empleo más racional de las benzodiacepinas e hipnosedantes sin limitar de forma drástica su empleo, al menos en una primera etapa, ya que hay numerosos casos en los que, existiendo ya una dependencia clara de las mismas, puede no resultar fácil o práctico proceder a una desintoxicación, sin caer en riesgo mayores (empleo de alcohol o de otras drogas de mayor riesgo). Debe ser el criterio médico el que guíe esta reducción con una mejor formación de los médicos que les lleve a tratar las causas del abuso de benzodiacepinas, y no simplemente intentar limitar las consecuencias (insomnio, ansiedad...).

11. Lo lógico sería -aunque la Administración quizás no sea lo que desee por motivos económicos- un mayor empleo de los antidepresivos que son útiles para tratar los trastornos de ansiedad y los problemas que originan el insomnio, ya que somos de los países de nuestro entorno con menor consumo. La razón es que requieren un mayor conocimiento de su empleo por los profesionales y un mayor tiempo de acción para ser eficaces. Una benzodiacepina actúa de forma inmediata sobre el síntoma; un antidepresivo actúa sobre las causas, pero tarda entre tres y seis semanas en ser eficaz.

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