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La mar de Oviedo

Lina

Lina, con ser graciosa haciéndose la tonta del bote, no era ni de lejos mi referente cómico; salvo en esas archiconocidas escenas en que se volvía pizpireta, se caricaturizaba, emprendía con sus piernas un antiballet de molinillo y tropezaba contra ella misma, poco interés me suscitaron su casticismo, su castidad, sus intervenciones en esos infames sainetes de TVE donde todos flipan, sobreactúan y hacen el pijo, y aún menos interés su compromiso intelectual; bajaba del escenario se plegaba, cuan elástica era, y se encerraba en un baúl, como harían los retromuñecos de Retromaricarmen y Retrojoseluis Moreno. A María de los Ángeles López Segovia, precioso nombre para una soprano, la xenofilia, que admira todo lo de fuera, la bautizó como Lina Morgan, pero no salió de la bata de andar por casa, del Madrid profundo ni de la chacha superficial.

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