Hoy, la Iglesia de Asturias celebra en la Catedral ovetense una Eucaristía de acción gracias por los cincuenta años de obispo de don Gabino Díaz Merchán. Cuarenta y seis, casi todos, los ha vivido con nosotros; treinta y tres en activo y trece en el retiro silencioso de la Casa Sacerdotal. A punto de coronar la nieve del nonagenario, se conserva lúcido y despejado de alma y de mente en esa levedad del ser característica de la ancianidad en la que el cuerpo pesa menos para poder volar a una nueva dimensión. Es un sabio patriarca que junta en su conversación la lontananza del tiempo y el realismo del presente, generando esperanza para el futuro. Está dotado del don bíblico de la sabiduría.

Leyendo la catequesis del papa Francisco de este miércoles pasado, quiero dedicarle estas líneas llenas afecto, creo que en nombre de la mayor parte de los sacerdotes y de los que le han conocido y tratado de cerca, porque he imaginado en ellas el gozo que siente al ir viendo que aquel Concilio Vaticano II, después de unos años de dificultades para prender y germinar, comienza a dar sus flores y frutos, palabra muy suya. Don Gabino es un obispo conciliar con denominación de origen. Asistió a la última sesión y se embriagó de su espíritu. Reconoce que "constituyó una preciosa vivencia de la Iglesia que orientó toda mi vida de Obispo, primero en Guadix-Baza y más tarde en Oviedo". Él fue consciente de que las orientaciones conciliares iban a requerir tiempo. "Ningún concilio se puede aplicar de inmediato a la Iglesia. Todos han necesitado mucho tiempo", porque "es absolutamente necesario conjugar continuidad y reforma sin rupturas". Han transcurrido cincuenta años, los suyos como obispo. En él, habla la vida y la experiencia de un hombre profundamente eclesial de corazón en que su fidelidad a la Iglesia, lo afirmamos los que estuvimos a su lado, pudo haber sido hasta martirial y de mente, porque sus estudios doctorales en Comillas fueron precisamente sobre la teología de la Iglesia, con la que entendió e intuyó pronto cuál era el alcance de las enseñanzas conciliares y las reformas y los cambios que tendrían que provocar.

El documento matriz y más importante del Concilio Vaticano II es la Constitución sobre la Iglesia. En el número 1 se da una definición de la iglesia que en aquel tiempo, hace cincuenta años, llamó la atención y fue muy aplaudida. Se abandonaba aquella otra de que es una "sociedad perfecta" y se la describe de esta forma: "La iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano". Hasta ahora han sido los teólogos los que han reflexionado y explicitado consecuencias doctrinales importantes. El papa Francisco, con su estilo cercano y de pastor, se ha empeñado en que el pueblo fiel y sencillo también entienda lo que significa eso de que la Iglesia sea "sacramento eficaz" (que se vea, que lo manifieste) y que de verdad sea instrumento que nos acerque a Dios y nos haga mejores hermanos. Estaba sucediendo lo contrario, el alejamiento de muchos. Nos contentamos con hablar de la descristianización como si fuera un fenómeno histórico natural, como una sequía pertinaz o un tsunami. Por eso, las descripciones que hace son tan llamativas e impactantes: "Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas... Y hay que comenzar por lo más elemental". O lo que escribe en la encíclica "La alegría del evangelio": "Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos". No pretende un cambio de doctrinas como algunos le achacan, sino plasmar en actitudes y comportamientos las enseñanzas conciliares.

Francisco cree que la clave fundamental de la iglesia en el momento actual es la misericordia, la compasión, el acercamiento a las personas como son, como viven, como sufren, como luchan, "la salida a las periferias". Todos sus gestos y decisiones van en esa dirección, con el aplauso y el reconocimiento de los más, y las críticas, censuras y oposición de una parte de los de dentro. Sus viajes y el estilo de su realización, los lugares que visita, los jueves santos con los presos, Lampedusa, los harapientos de la ciudad de Roma, el debate sinodal sobre el matrimonio, el perdón con relación al aborto, la reforma de los procesos de nulidad donde quiere que el obispos esté cercano a estos dramas familiares? Algunos minimizan estas actuaciones. Olvidan que Jesús no paró el sol en lo alto de firmamento, no hizo prodigios espectaculares, sino que devolvió la vista al ciego y perdonó a la pecadora.

En la catequesis aludida al comienzo de este miércoles pasado, decía: "Después, cuando Jesús dejo Nazaret y comenzó su vida pública, Jesús formo a su alrededor una comunidad, una asamblea. Es lo que significa la palabra Iglesia. En los evangelios la asamblea de Jesús tiene forma de familia, de una familia hospitalaria, no de una secta exclusiva, cerrada; encontramos en ella a Pedro y a Juan, pero también al hambriento, al extranjero y al perseguido, a la pecadora y al publicano, a los fariseos y a las multitudes. Y Jesús no deja de acoger ni de hablar con todos, incluso con los que ya no esperan encontrar a Dios en subida. ¡Es una lección fuerte para la Iglesia! Quiero una Iglesia de puertas abiertas, no museos". Con esta descripción el pueblo sencillo comprende muy bien qué quiere decir el concilio cuando habla de que "la Iglesia es el Sacramento de Jesucristo". Así es como logrará que se entienda que ella es también instrumento del salvación y de "la unidad de todo el género humano". El eco social de Francisco alcanza nuevos horizontes, está logrando nuevas audiencias.

Don Gabino tuvo esperanza en que el Concilio lograría hacer granar su semilla, sin dejar de reconocer que "algunos respiran desaliento". Él habla de que "está comenzando su camino pastoral y de que está seguro que orientará a la Iglesia para lograr un renovada evangelización". En la Eucaristía de acción de gracias de hoy, con la alegría espiritual que le caracteriza, esperando que espiguen y florezcan los campos, podrá decir con Santa María la Virgen de Covadonga: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador". El Señor y la Virgen mirarán con agrado la sencillez este obispo bueno, un inteligente y buen pastor.