La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica / Teatro

Enredos en el diván

El éxito le vino a Orton con "El botín". "Lo que vio el mayordomo", su obra póstuma, la conocimos aquí hace veinte años en la traducción al asturiano de Lluis Aique Iglesias (col. Mázcara), representada por el grupo de teatro Lluna y Cuartu, de la Universidad de Oviedo. Hay que resaltar que sea ya en los 60, justo cuando la corriente freudiana y sus derivados lacanianos estaban en su apogeo, el momento en que Orton parodia el psicoanálisis a ritmo vodevilesco. Audacia y subversión que hoy ha perdido su anclaje de contexto, al igual que el revulsivo sexual, por más que sus "Diarios" y su trágica muerte sean testimonios imprescindibles para comprender las obras con plenitud: causticidad, provocación, disonancias y vida desinhibida, a la inglesa, en una generación que marcaría modelos de comportamiento en Occidente. Aunque su humor indeleble, desabrido y tónico, persiste con originalidad.

Es una pena que el productor Tomás Gayo, tal y como se nos dice en el programa de mano, haya fallecido antes del estreno, porque la pieza, con su austeridad y comicidad formal, tiene un digno resultado. La escenografía de Raimundo Prieto, fina y sobria al genuino estilo británico, es un diván gigantesco, omnipresente, que convierte a los personajes en seres liliputienses que luchan por subirse a él, como si la ironía satírica de Swift quisiera ridiculizarlos. La acción transcurre en una clínica mental, con enredos, travestismos, rocambolescas teorías edípicas, paranoias sexuales y personajes que entran y salen como de la chistera de un mago. Pero Orton deja deslizarse en su obra réplicas de fina ironía, que en algunas ocasiones pasaron desapercibidas. La crítica a los prejuicios de la puritana sociedad inglesa de los años 60, se ve diluida en un rasgo de comicidad más, que quizá requeriría de otro ritmo para sacarle más partido. El conjunto interpretativo resulta muy correcto, y Luis Fernando Alvés, cuyo pelo se va desmadrando a medida que se despeina la función, nos recuerda al científico loco de "Regreso al futuro". La anagnórisis de los protagonistas, a través de un colgante dividido en dos, en un claro guiño paródico al recurso grecolatino, aquí se emplea para desembocar en un final incestuoso y disparatado.

Y por último la macabra y gamberra alusión al robo de las partes íntimas de Winston Churchill, mostrándosenos el miembro viril del prócer, tamaño Rasputín, en correspondencia simbólica con los puros que se fumaba, arrancó las risas de los espectadores.

Compartir el artículo

stats