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Crítica / Música

Duelo de sotanas

A mi abuela Coca. In memóriam

Con "Enfrentados" finalizó la programación teatral de San Mateo, que este año se ha caracterizado por combinar comedias de estilos muy distintos y para públicos diversos, y es curioso comprobar cómo ha ido subiendo la media de edad según avanzaba el ciclo.

Arturo Fernández es el galán por antonomasia del teatro español. La devoción que mi abuela le tenía, hizo que siempre lo sintiera casi como un miembro más de la familia. Tras su colaboración con Albert Boadella, vuelve a los escenarios con un nuevo registro, una comedia melodramática de tesis, tamizada por el genuino humor del intérprete. El argumento parece sencillo: el enfrentamiento entre un seminarista revolucionario y vehemente y un cura tradicional de una parroquia de clase acomodada. Pero los temas de fondo permanecen abiertos desde hace décadas y han vuelto con fuerza en la actualidad: sacerdocio femenino, celibato opcional, anticonceptivos y matrimonio homosexual. Aunque el verdadero debate gira en torno a la estrategia a seguir para que la Iglesia acepte de una vez los retos del siglo XXI: el posibilismo conciliador o el rupturismo kamikaze. Todo ello aderezado con mucho humor, que es lo que caracteriza a la función.

El texto original de Bill C. Davis triunfó en los escenarios de todo el mundo en los 80, al igual que aquí en España, donde lleva año y medio de éxito ininterrumpido. Eso sí, en una versión fagocitada por el carisma y los tics del actor asturiano, que construye todo un personaje, un cura borrachín que sueña con Sharon Stone, amante de los boleros, enemigo de abstemios y vegetarianos, conciliador y entrañable. Su veteranía le permite desenvolverse con naturalidad en el artificio. La repetición de frases, la réplica irónica y la pose de dandy determinan su interpretación, como un torero que se luce con las verónicas. Y el público se lo agradece. Su antagonista, Bruno Ciordia, es un joven seminarista obsesionado por acabar con los abrigos de visón y los coches de lujo, instalado en la arenga mitinera, que alterna momentos desaforados con otros muy creíbles. El guión presenta elementos muy forzados, como de culebrón. El pasado de chapero y drogadicto del muchacho es uno de ellos. El sector reaccionario aparece encarnado por el obispo, que Arturo parodia en un momento con gran desenvoltura, y los feligreses, que se sienten víctimas expiatorias.

En Arturo Fernández, que también asume las funciones de director, se confunden constantemente el actor y el personaje, con guiños a su edad, belleza y altura, aunque a lo largo de la función va mimetizándose con su contrincante, el "purasangre de Podemos", y acaba convirtiendo su homilía en un alegato contra las injusticias.

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