Parece que cada vez se habla más. Muchas personas pronuncian discursos y dan conferencias en todas partes. Me pregunto si son útiles estas conferencias razonables por los muchos españoles lanzados a discursear. Reconozco que el arte de hablar es muy difícil, cuando naturalmente se ha de decir algo. Mucho se ha escrito sobre el arte de hablar. Salvo superior criterio, no debe ser un mero demostrador de las cosas; es preciso que sepa probar la verdad y añadir, a la exactitud de los razonamientos, la belleza y la vehemencia de un discurso variado, es decir, hay que convencer y persuadir.

Estoy en un lugar a menos de treinta kilómetros del mar, en cañada del río Nalón. El río baja cantando, brizando el sueño de la vida de aquellos antiguos asturianos primitivos, y lamiendo los peñascos rodados y los cudones que arranco a los riscos de la cordillera, muy cerca de las Caldas, viviendo la vida del valle y de la casona. Desde el valle, en la cuenca del mismo río, se abre un paso para observar la imponente gruta del Castillo de Priorio, cuyo alrededor está lleno de piedras. ¡Las piedras! Tenía un amigo y colega, excelente cirujano, que tenía en su casa de la calle Cimadevilla de Oviedo una colección de piedras, que para él son preciosas. Las ha ido recogiendo en sus paseos por las montañas, en las playas. Hacía frases filosóficas sobre ellas, son trozos de la madre tierra. Las lavaba con cariño y ternura, hasta dejarlas brillantes, las acariciaba como si fueran seres vivos, dotadas de una vida misteriosa. Las hay de varios colores, rojas, blancas, grises, negras de color avellana. Nos decía que son suaves y cálidas. A mi amigo le hubiera gustado saber la historia de cada una y como fueron a parar al sitio donde las encontró.

Y volví por el río. Cuando ya de noche lo recorrí, fue como un sueño al ver el más hermoso castillo, a la luz de la luna llena. Era como una cosa de magia y recordé los fantásticos grabados -que me enseñó hacía tiempo Joaquín Vaquero Palacios- con que Gustavo Doré ilustro la "Divina comedia" de Dante. Me parecía aquello la puerta fatídica e imponente del otro mundo, de ultratumba. Del otro lado estaba la terrible realidad que pasa y queda; de nuestro lado, el ensueño lunar de la vida que pasa. En el fondo la cantaba a la luna el río Nalón. Los robles que vestían las faldas de los riscos se bañaban en la lumbre dulce de la luna, en su lumbre lechosa y al otro lado del río se alzan montañas y altas praderías que cierran el azul del cielo con la verdura de los pastos y en el fondo, junto al río, los maizales ponen su nota de cultivo casero.

El río briza el sueño de los soñadores. Y en la paz solemne de aquellos eternos parajes inolvidables del castillo, bajo la mansa cúpula del cielo, ocurre pensar y meditar en la soledad en remotos recuerdos de la injusticia humana y decirse que la misericordia es superior a la justicia.