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Crítica / Música

La mar llega a Oviedo

El pasado martes daba comienzo un nuevo ciclo de conciertos de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, y ya van 109 años, con la participación del Coro Marinero "Manín" de Lastres. Atrás queda ya aquella idea fundacional que se concretaba en "la difusión de la música clásica, o pura [?], es decir puramente instrumental frente a la música de libreto, óperas, zarzuelas, revistas, etc.". Hace años que el repertorio vocal en su formato de cámara o sinfónico-coral se ha abierto paso por los escenarios de las sociedades filarmónicas, no siendo diferente en el de la capital del Principado. Sin embargo, este parece haber dado una vuelta de tuerca en la difusión y promoción del repertorio que, desde ámbitos de la musicología, se ha querido denominar "música culta de tradición escrita" al incluir en su programación aquella otra música, no menos culta, pero a diferencia de la anterior "popular y de tradición oral".

A este repertorio pertenece el conjunto de canciones asturianas de carácter marinero y habaneras que el Coro "Manín" de Lastres lleva años cantando en los más variados escenarios. Su canciones, cantadas, en boca de su director F. Martínez, de forma "intencionadamente sencillas", pretenden ser fieles interpretaciones de aquellas maneras que heredaron de sus padres y antepasados, hombres de mar al igual que ellos. Los autores son sus propios componentes, incluido su director, o marineros de otros puertos asturianos. Los títulos y letras de sus canciones nos invitan a explorar los anhelos, esperanzas, incertidumbres o pasiones surgidas desde lo más hondo de su experiencia, en ocasiones feliz, pero muchas otras amarga y sufrida, que ha ido forjando un carácter bravo y a la vez sentimental e íntimo que sale a la luz con cada nota de su voz. "Viento del norte" de F. Argüero, "Golondrina de amor" de R. Lafuente, "La sirena" y "Golpes de mar en el alma" de F. Martínez o "La sardinera" del candasín P. Prendes fueron algunas de las canciones que acompañaron al público en ese viaje a las profundidades del alma marinera.

Desde el agradecimiento de quien reconoce el ámbito musical en el que actuaba, F. Martínez, insistió en varias ocasiones en la intencionada sencillez de la interpretación, en la que apenas hubo algún que otro anecdótico "divisi" a modo de "tercerola de chigre" o cambios de octava, destacando el acompañamiento de una pequeña rondalla y el omnipresente órgano electrónico que en cierto modo deslució el pretendido carácter de transmisión oral.

Aquella idea afincada en los pensadores de la Ilustración y concretada en la figura del "buen salvaje" de Rousseau, que hacía volver la mirada sobre la humana pureza del "hombre salvaje", quien en su contacto con la naturaleza se había visto libre de las corrupciones y ataduras de la vida moderna, no deja de estar presente en esa idea, defendida por F. Martínez, de una música sencilla a la "manera de". Bajo esta idea, el Coro Marinero "Manín" de Lastres termina por crear un estilo propio no libre de encorsetamientos, concretado en unos finales de frase excesivamente marcados o recortados, que le hacen perder una expresividad presente en los emotivos matices con los que articula el contenido de las letras. Característica que llega a reducir ese contraste que tanto ha enriquecido a la canción asturiana en el devenir de su existencia.

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