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Antonio Rico

El pacto sigue vigente

El alto nivel de "Les Luthiers" y la garantía de continuidad que dan sus nuevos miembros

Que un grupo musical de éxito llene cuantas veces quiera todos los teatros que quiera para ofrecer un recital de sus grandes éxitos es algo muy habitual que no llama la atención de nadie. Que eso mismo lo consiga un grupo humorístico es mucho más extraño. Algo de narrativo, de inesperado, tiene el humor que hace que cuanto mejor funciona en una primera exhibición, más desactivado queda para funcionar en las repeticiones siguientes. Esta durísima limitación del humor sólo puede ser superada mediante altísimos niveles de calidad, mediante el ejercicio de un humor repleto de matices que se van desplegando de formas diferentes en cada escucha, mediante la artesanía de lograr un producto que, como la música o la poesía, proporcione un placer estético entrañable que se apoye en el humor pero sea capaz de desbordarlo. Sólo se me ocurren dos artistas que hayan superado esta barrera: el lloradísimo Miguel Gila y los absolutamente geniales "Les Luthiers".

Y esta semana, de miércoles a domingo, contamos en el auditorio de Oviedo con "Chist!", el último -al menos en España- espectáculo de Les Luthiers en donde presentan una selección de algunos de los mejores números de su repertorio. Es cierto que todos recordamos lo muchísimo que nos reímos la primera vez que escuchamos "La comisión" en todos sus capítulos, o cuando vimos la torpeza de Marcos Mundstock en "La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa", o la parodia precisa y divertidísima del mundo del pop que es "Manuel Darío". Pero, por esta extraña magia que ponen en práctica los argentinos, eso no impide que vuelva a no haber una butaca libre durante las cinco funciones y que no haya un solo espectador que ese día no se acueste con la sensación de haber contemplado el espectáculo irrepetible que el ingenio ofrece cuando es limpio, brillante e intenso.

Porque ademas se les quiere. Forma parte del acuerdo que Les Luthiers suscribieron con su público hace ya bastantes décadas. Ellos tratarían a los espectadores con sumo respeto en todo momento, sin engañarles jamás ni dejar de darles lo mejor de lo que sean capaces, y los espectadores les apoyaríamos sin fisuras y sentiríamos que son de los nuestros cada vez que los vemos encima de un escenario. Por eso sentimos tantísimo el reciente fallecimiento de Daniel Rabinovich -por cierto, qué bien lo hacen los dos nuevos luthiers que se estrenan en nuestro país con esta gira; qué bien cubre Martin O'Connnor el dificilísimo hueco que le toca-. Pero también por eso vivimos cada nueva visita de Les Luthiers como la ocasión para reinventar y renovar un pacto que esta semana hemos descubierto que durará muchas décadas más, pasando de los viejos luthiers a los nuevos y de los viejos espectadores a sus hijos. Y siempre descubriéndo unos a los otros como la primera vez que nos encontramos.

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