Tras seis años sin concurso de traslados para el mal denominado personal no facultativo (enfermeras, fisioterapeutas, logopedas y terapeutas ocupacionales) del Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa), esta semana se ha convocado dicho concurso. Este lapsus de tiempo es en sí mismo absolutamente intolerable tanto por parte de quien lo tenía que haber hecho como de quien debía exigir que se hiciese.

Una vez más, se observa que, en una inconcebible irresponsabilidad en la gestión de los recursos humanos de un colectivo esencial que además es el más numeroso de la sanidad, la empresa considera la antigüedad como único y exclusivo mérito para este concurso.

Por la antigüedad se cobra un complemento en la nómina de cada mes que va aumentando según pasa el tiempo; además, debería ser más considerada para reducir la penosidad intrínseca de cada puesto de trabajo, que con la edad se va llevando peor, y por supuesto es un mérito, pero en ningún caso el único.

Si todos los puestos fuesen iguales y requiriesen las mismas competencias para desarrollarlos, y si todos los profesionales tuviesen la misma capacitación, sería admisible que el elemento discriminador único fuese la antigüedad o incluso el azar de un sorteo, pero actualmente todos los profesionales de la salud deben desarrollar en sus puestos de trabajo unas funciones cada vez más específicas y especializadas y tienen la responsabilidad de ofrecer a los ciudadanos una atención de máxima calidad y eficiencia. Por eso los profesionales no son intercambiables sin criterio válido.

Con este sistema de concurso de traslados se verá, como se ha visto en los anteriores, cómo una enfermera con 30 años de experiencia en quirófano, por ejemplo, y donde probablemente sea excelente en su trabajo, se traslada a un puesto de enfermería comunitaria o de urgencias extrahospitalarias donde no tiene ninguna experiencia y quizá ninguna formación. El caso contrario también es posible. Esto es, como mínimo, ineficiente y peligroso.

Por otra parte, que la empresa transmita a los profesionales, especialmente a las nuevas generaciones, que no se valora ni la formación, ni la competencia, ni la experiencia, ni el compromiso con la propia empresa, ni la innovación, ni el esfuerzo, ni nada que no sea cumplir años es un pésimo estímulo que sin duda incidirá negativamente en la calidad de la atención que recibirán los ciudadanos y es una irresponsabilidad de quien debería velar por el servicio público de salud que los profesionales que trabajan en él y sobre todo la sociedad se merecen.