En el año 1.928 se produce la visita a Oviedo de Ravel, en la parte más sublime de su fama desarrollando un programa compuesto en exclusiva de sus propias obras. Le acompañaron la soprano Madame Grey y el violinista C. Levy. Directivos y aficionados ovetenses le ofrecen un banquete en el restaurante Paredes y Ramos, entre ellos se encontraba Ramón Prieto Bances, Catedrático de Historia del Derecho, que en la fotografía adjunta se encuentra a su derecha el famoso medico Julián Clavería y a su izquierda Martín Masaveu Masaveu. Pasados los años en 1966 el servidor de estas líneas formaba parte como vocal de un Congreso de Rehabilitación, presidido por el doctor Francisco García Díaz, que tuvo gran repercusión en el ámbito Nacional. Francisco García quiso proporcionarle la mayor transcendencia y la sociedad medica publico unos trabajos de gran entidad y solicitándole su colaboración a Ramón Prieto Bances, mencionado que además de ilustre Jurista fue ministro de Educación, breve tiempo, en la Segunda República. Me enviaron a que lo visitara en su domicilio de la calle San Bernabé, tarde inolvidable con tan sabia persona que además de entregarme el trabajo solicitado, me ofreció una larga conversación sobre la estancia de Maurice Ravel en nuestra ciudad con ocasión de la famosa composición del compositor francés, sobre "La Valse". Tomé ciertas notas que guarde en mi archivo. Me dijo que Ravel había escrito esta hermosa composición con la denominación de "Poema Coreográfico", durante el invierno de 1918, al principio reducida a dos pianos y que se dio una audición intima en Viena, sin embargo al publico se estrenó en París por la orquesta Lamoureux. Nos dijo que puede decirse que su asunto es la apoteosis del vals. Las parejas enlazadas giran sin descanso y cada vez mas obstinadamente. De vez en cuando, este poema, directa y voluntariamente fundamentado en los valses vieneses, recuerda la predilección de Ravel por Johann Strauss, la mas alta figura de esta modalidad de arte. La obra fue muy popular en nuestra Filarmónica y no hay que insistir, por lo tanto, sobre sus extraordinarios méritos y sus intensas bellezas, como muy bien reveló el escritor ovetense Silvio Italico -seudónimo de Benito Álvarez-Buylla Lozana- en espléndido articulo. Me decía Prieto que Ravel manifestó unas consideraciones sobre la partitura: Torbellinos de nubes dejan ver, aclarándose momentáneamente, las parejas que bailan el Vals. Las nubes se disipan poco a poco; comienza a verse una sala inmensa animada por la danzante multitud. Progresivamente se ilumina la escena. La luz de las cristalinas arañas resplandecen de súbito. Salón de Corte imperial, hacia 1855. Y llega entonces la apoteosis del vals.

Me despido de Ramón Prieto Bances pudiendo comprobar que es una persona de solida cultura, diáfana claridad que ilumina conceptos y palabras y es el signo mas directo de un espíritu claro inconfundible.