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In memóriam

Un ovetense cabal

Ante el fallecimiento de Ramón Paredes Pérez

En silencio y como de puntillas ha fallecido Ramón Paredes Pérez, miembro de una conocida familia ovetense, numerosa y ejemplar. Sólo hace unos días que citábamos su nombre en el Club Prensa Asturiana de este periódico al recordar nuestra niñez, adolescencia y juventud a la sombra de la parroquia de San Juan el Real y de la vieja Juventud de Acción Católica en aquellos lejanos tiempos de la posguerra española.

Ramón se ha ido como de puntillas, con la misma sencillez y prudencia con que había vivido. Como cualificado profesional de la carrera mercantil, estuvo muchos años vinculado a la Banca Masaveu y al Banco Herrero de Oviedo. Cristiano sin estridencias, coherente con sus principios y buena persona a carta cabal, siempre le recordaremos como un hombre de buen carácter y gran amigo de sus amigos.

Ramón Paredes era hasta ayer mismo, precisamente, el más antiguo de los amigos vivos, compañero de juegos en la lejana infancia y de tertulia de café en la actualidad. Familia, la suya, a la que también se siente ligado el comentarista, no sólo por antiguos lazos de amistad perdurable, sino también por haber compartido muchos años de vida con su hermana Carmina, siempre en el recuerdo.

Experto y gran aficionado al fútbol, hábil pescador de truchas en nuestros ríos, Ramón era uno de los más antiguos socios del Real Oviedo, habitual también del Centro Asturiano y veterano lector aficionado a los libros de historia. Paradigma del hombre tranquilo y de lealtad a unos principios, fue ejemplar en dar testimonio como cristiano sustantivo y sin fisuras.

Miembro de una familia muy ovetense, que uno siempre había admirado y hasta, en el buen sentido, envidiado como familia feliz, el dolor inevitable apareció hace dos años con la inesperada muerte de Covadonga, segunda de sus hijas, de gran simpatía y dinamismo personal.

María Ángeles Prieto, hoy viuda de Ramón Paredes, así como sus hijas Ángeles, Ana y Carmen, reciben hoy la condolencia de familiares y amigos. Con ellas, está también nuestro afecto y nuestra oración.

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