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La cátedra fue su misión

En el fallecimiento de Amalio Bayón, exdirector de la casa sacerdotal

Poco tiempo estuvo Amalio dedicado a la parroquia. Unos meses en San estaban de Ciaño, fue su primer destino, una vez recibida la ordenación sacerdotal en junio de 1968. Luego, poco más de un año, como capellán en la Residencia Sanitaria de Cabueñes de Gijón.

Su verdadera vocación fue la enseñanza, para la que tenía dotes y cualidades. Ya en el seminario despuntaba por su afición a la lectura y al saber. Pretendía estar en los primeros puestos del aula y, con su rapidez de ingenio para argumentar, se atrevía a debatir y dialogar con los profesores que contaban anécdotas de sus intervenciones. Convenció a la superioridad para que le concedieran el permiso de ir a estudiar a Roma y cursar allí el Derecho Canónico y Teología Moral, obteniendo la licenciatura con brillantez, como lo era él con naturalidad. Fue allí donde descubrió que la enseñanza en las instituciones civiles podía ser su campo de apostolado por lo que se trasladó a Madrid para licenciarse en Filosofía y especializarse en la Ética. El Instituto ovetense de Ventanielles será hasta la jubilación su palestra de enseñanza.

Su preparación canónica y ético-moral le permitió prestar también colaboración como profesor, en los últimos años, en el Centro de Estudios del Seminario y en el Instituto Superior de Ciencias de la Religión. Sus alumnos encomiaban su claridad en la exposición de los temas y su defensa de los principios morales, cualidad de la que hacía gala en algunas apariciones en los canales de TV, cuando cuestiones de esta rama eran objeto de discusión social por conflictos o por motivos de reformas o nuevas regulaciones legales. Era un buen conversador pero defensor y argumentador hábil y tenaz de los que él consideraba fundamentos intocables.

Otra de sus actividades pastorales la desempeño en el Tribunal Eclesiástico, donde fue Vicario Judicial Adjunto, encomienda onerosa y delicada en estos tiempos de amplia y difícil problemática matrimonial y familiar, pero que él desempeñó con interés sabiendo que podía prestar una ayuda a muchas personas. Comentaba con satisfacción esta misión, cuando lograba con éxito solucionar algunas de las situaciones familiares en las que tenía que intervenir.

Desde que vino a Oviedo como profesor, en el año 1978, vivió siempre en la Casa Sacerdotal, siendo uno de sus más vetarnos residentes. Aficionado a los puros habanos, su estampa en el bar de esta institución, viéndole después de comer, saboreando su puro humeante y oloroso, se hizo clásica. Siempre cercano y hablador con los sacerdotes ancianos, con capacidad de escucha, su temperamento complaciente y su pizca de humor. Esto hizo, que en un momento dado en que se necesitó nombrar a un nuevo director, recayeran en él las miradas y la decisión. Aceptó con gusto y con gozo. Se dedicó con presteza y caridad de hermano a atender a los sacerdotes mayores, acompañándolos a las consultas médicas y velando por su cuidado y declinante salud

Las alturas de Pajares fueron su cuna, donde había nacido en 1945 y se sentía orgulloso de su origen payariego. Presumía de la fortaleza de los que han nacido en la alta montaña, curtido por el sol y la nieve, la brisa y el viento. Pero la enfermedad no hace distingos. Resistió el primer envite de la leucemia pero le doblegó el segundo. La ciencia médica ha dado pasos de progreso importantes, pero tiene sus límites. Un cristiano sabe que el sentido de la vida es el lograr la plenitud del ser en el encuentro con Dios, origen y meta, Creador y Padre que nos espera. Es la filosofía que genera esperanzas y enciende luces en el corazón y en la inteligencia. Supo afrontar con fe cristiana el momento. Fue su última lección y la coherencia con sus principios. Nos deja la imagen y el recuerdo de su elegancia externa y espiritual.

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