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Psicólogos

Tan normales, tan violentos

Una lectura psicológica de la violencia de género

Un nuevo caso de violencia de género ha sacudido a Asturias. Se suma a otras 44 mujeres asesinadas en lo que va de año en España. Estas noticias nos sobrecogen a todos y nos generan un estado de estupor ante lo que está ocurriendo y aumentando en los últimos años en nuestro país. Sin embargo, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en un estudio de diciembre de 2014, revela que la preocupación de los españoles por los problemas de violencia de género es ínfima, en contraste, por ejemplo, con la inquietud que genera el paro.

Esta aparente indolencia por el dolor ajeno proviene, en gran medida, del desconocimiento, más allá de lo alarmante de la noticia de los factores que inducen a alguien a cometer semejante atrocidad.

Los agresores son frecuentemente descritos como personas normales, sin denuncias previas ni antecedentes judiciales. Personas integradas en la sociedad, con las que convivimos sin percibir ningún atisbo de anormalidad en su comportamiento. Esta falta de predictibilidad contribuye, sin duda, a nuestro desconcierto e incomprensión sobre el problema de la violencia de género.

El hecho de que alguien pueda comportarse con toda normalidad, y que pocas horas más tarde protagonice una conducta violenta que acaba con la vida de otra persona, nos obliga a entender al individuo como un conjunto de estados cambiantes que se relacionan entre sí. Es decir, todos tenemos unas formas de comportamiento en función del momento psicológico en el que nos encontramos. Por ejemplo, un padre puede ser muy cariñoso con su hijo y ese mismo día ser un déspota en su trabajo. Es la misma persona, pero con estados psicológicos diferentes.

La capacidad de relacionar o asociar los diferentes y cambiantes estados es lo que lleva a tener una personalidad adaptada y flexible. Es lo que desde la psicología moderna se entiende como una personalidad normal. Cuando esa capacidad asociativa del individuo, debido generalmente a aprendizajes traumáticos en la infancia, no se produce, nos encontramos ante la personalidad anormal, inflexible, poco adaptativa y propensa a la violencia.

Sería de utilidad abordar el problema de la violencia de género desde una perspectiva que tuviese más en cuenta la personalidad del individuo. Existen métodos psicométricos fiables que ayudarían a pronosticar el potencial de violencia de una persona.

La frontera entre lo normal y lo anormal es de todas formas difusa. Individuos normales pueden convertirse en seres violentos cuando las circunstancias así lo requieren, como por ejemplo ocurre en las guerras. Además de la personalidad, han de ser tenidos en cuenta factores socioculturales, el género y la condición social entre otros.

Abordar el problema de la violencia de género desde esta multiplicidad nos ayudaría a no verlo como un hecho aislado, aunque frecuente. No es sólo algo triste que tenemos que lamentar, es un problema global que tenemos que entender desde sus orígenes, desde los hogares donde educamos, donde la violencia está presente desde el momento en que encendemos el televisor o jugamos a un videojuego. ¿No significa esto normalizar la violencia?

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