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El Otero

Crónica "non grata"

Sobre las reflexiones acerca de la ciudad y sus gentes realizadas por un naturalista alemán hace más de un siglo

Es incontestable que cada vez son más los visitantes que eligen Asturias para pasar unos días de vacaciones atraídos por la numerosa oferta que brinda nuestro paraíso natural. Oviedo, obviamente, no se queda al margen y aquellos veranos en los que la ciudad quedaba sólo con los "Rodríguez" y los desafortunados que no podían escapar, son ya historia. Oviedo siempre supo acoger a sus visitantes y, como precursores lejanos de los actuales turistas, a lo largo de la historia fueron miles los peregrinos que se acercaban a la "Sancta Ovetensis" a venerar sus reliquias. Muchos fueron los viajeros que dejaron testimonio escrito de su visita, los más, impresionados por nuestro rico patrimonio histórico, artístico y natural. Pero como nunca falta un roto para un descosido, me encuentro con una crónica de Hans Gadow, naturalista alemán que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX y que en su libro "Por el norte de España", publicado en 1897, recoge una crónica de su visita a la ciudad que les voy a contar parcialmente para que juzguen ustedes mismos. Tras dar unas pinceladas sobre el origen de la ciudad pasa a hablar de los palacetes y edificios más notorios, destacando, lógicamente, la Catedral de la que resalta que "alberga la cruz santísima y las tumbas de muchos reyes". Poco más al respecto excepto la mención a "dos carteles colgados bien a la vista en la puerta principal, en los que puede leerse: se prohíbe entrar con madreñas y se ruega a los fieles no escupan en este santo templo". Pues vale.

Continúa citando la Universidad, el museo de historia natural "en el que destaca una colección de pájaros y minerales aunque su estado de conservación deja mucho que desear" y alguna que otra lindeza. Y lo siguiente ya es para nota: "No nos sentimos especialmente atraídos por los habitantes de Oviedo, quienes sin duda estaban más que acostumbrados a recibir a los extranjeros que venían desde Gijón, y se habían vuelto codiciosos y maleducados. Cuando quiera que entrábamos en una tienda nos topábamos siempre con la misma mala suerte: nos recibían con una sonrisa de desconfianza, guiñaban un ojo a alguno de sus compañeros y hacían lo posible por vendernos el peor producto del local. (?) En el café más importante de la ciudad nos sirvieron agua helada con un limón podrido que no parecía haber manera de que lo retirasen. (?) Todos estos detalles nos dejaron una mala impresión de las gentes del lugar (?) Queda avisado quien tenga intención de visitar Oviedo de que no debe alojarse en el hotel de París, un hotel amplio, de reciente construcción situado en la calle principal que comunica la estación con la ciudad, a cuyo cargo está una familia francesa. Nosotros no aguantamos allí más de media hora, pero puedo decirles que nos costó algo más de una hora librarnos de sus garras".

Es bueno escuchar las críticas, sin duda, ayudan a mejorar. Son un toque de atención. Nuestra pasión por la ciudad no ha de nublar nuestro sentido crítico. ¿Acaso nuestra novela más señera, La Regenta, no es una crítica a una sociedad polvorienta y ensimismada? Pero Oviedo, a buen seguro, ha sabido ir dejando por los renglones de su historia muchas de sus imperfecciones y limitaciones para superarse y progresar.

En fin, señor Gadow, desde el siglo XXI le digo que encantado de recibirle. Pero dada su grata y amable crónica le digo (nótese tono de ironía) que agradecidos y que vaya usted con Dios.

Que tanta paz lleve como descanso deja.

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