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La mar de Oviedo

De Luis Solar

Remaba yo aguas abajo por aquel Nalón caudaloso y negro (por culpa de los lavaderos de carbón), y cerca de la playa de los Regodones, en la Veiga de Peñaullán, me topé con un árbol caído y atravesado sobre el cauce, con otros maderos y objetos retenidos en la falsa presa; sin tiempo a ciar, mientras mi K-1 se doblaba como un cartón, por la fortísima corriente, yo me había agarrado a las ramas para no sumergirme en lo que parecía la alcantarilla del Estigia, río del odio; aguanté unos minutos atroces, que amenazaban con romperme el espinazo y ahogarme, hasta que me rendí y me tragó el remolino; exhausto, me dejé arrastrar hasta el fondo y, al cabo de unos segundos, la propia espiral me sacó a flote, dulcemente, al otro lado del tronco, sano y salvo. Esta experiencia dedico al buenísimo Antonio de Luis Solar, un político honrado y necesario.

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