Los vecinos de los barrios del Cristo, Buenavista y La Ería son testigos de la desamortización de la zona y de la falta de respuestas por parte de las administraciones que gobiernan la ciudad. Falta una adecuada planificación de futuro para la ciudad, lo que ha llevado a una situación insostenible al comercio, la hostelería, la construcción; en definitiva, a toda la vida social de la parte alta de Oviedo.

Los políticos, en general, son los responsables de esta difícil situación, que cada día que pasa se torna más complicada.

Los primeros pasos de la desamortización de la zona los dio Gabino de Lorenzo con la gran decisión de llevarse el Carlos Tartiere para la tejera que había en el Parque del Oeste. Había otras alternativas, pero al final se optó por hacer el campo sobre un lodazal con un mantenimiento insostenible, como se está demostrando cada día. Está casi en el centro de la ciudad, pero muy aislado de todo y de todos. De haber seguido el campo en Buenavista, ahora tendría un apeadero de tren con gran capacidad para acercar a los aficionados al fútbol cada domingo; así se hace en las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Londres... ¿A qué intereses respondió esta histórica decisión del alcalde de entonces, Gabino de Lorenzo? La gran obra faraónica por excelencia fue el Palacio de Congresos Reina Letizia, obra de Santiago Calatrava. Congresos se hacen pocos y su zona comercial está desierta en un porcentaje muy considerable. Nadie, antes de ejecutarla, la comparó con el edificio de al lado, el Centro Cívico de Sedes, que alberga en la actualidad un centro comercial casi en bancarrota. El expresidente del Principado Vicente Álvarez Areces echó una mano de amigo a Gabino de Lorenzo al unificar las sedes del Principado de Asturias en las alas del edificio.

La plaza de toros de la ciudad se dejó caer en el mayor de los abandonos y en su memoria salieron miles de alternativas que siempre se lucieron en campañas electorales.

La gota que colmó el vaso fue el nuevo Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA); su ubicación llevaba elegida desde que el gran visionario Juan Luis Rodríguez-Vigil, entonces consejero de Sanidad y siempre recordado por ser el presidente del Principado artífice del "Petromocho" -cuestión que le supuso la dimisión-, decidió que La Cadellada era el lugar perfecto para hacer el gran hospital. Nadie se paró a pensar que cerramos un centro sanitario envejecido, pero al que desde la calle de Uría se podía ir caminando.

Los políticos piden ciudades saludables y accesibles, por este motivo ahora nos mandan a todos a La Cadellada y no sabemos qué autobús urbano coger para llegar. Mientras, Gabino de Lorenzo desbloqueaba Montecerrao y se comenzaba a construir un macrobarrio cerca de las universidades y los hospitales. Ése era el lema del momento. En la actualidad, este barrio quedó a medias y nadie sabe cuándo será su culminación porque las circunstancias son imprevisibles.

Vicente Álvarez Areces y Gabino de Lorenzo se ponen de acuerdo en hacer el HUCA en La Cadellada, mientras Francisco Álvarez-Cascos, en aquellos tiempos en el Gobierno de España, ofrecía la posibilidad de ampliar y reformar el antiguo a cargo del Ministerio de Sanidad, como ocurrió con Valdecilla, León... Además, era mucho más barato. Esta noticia se tomó con el escepticismo suficiente como para que nada se notase de que el plan decidido era llevar el centro sanitario a La Cadellada. Sin hacer ruido. Así, se volvió a cometer el error del antiguo Hospital General a costa de la extinta Diputación Provincial de Asturias y a volver a endeudar a los asturianos hasta la saciedad. No hay responsabilidades ni responsables. Sólo existe un nuevo HUCA con unas carencias que cada día salen a relucir en los medios de comunicación. A su favor hay que decir que siguen después de un año y medio adaptándolo tras un traslado visceral y traumático, cuando se dijo que iba a ser paulatino.

El actual Gobierno del Principado, brazo ejecutor de semejante plan, siempre utilizó el silencio como respuesta. Estos barrios de Oviedo no importan a nadie, y menos a Wenceslao López y a Javier Fernández. El legado que nos queda para los que vivimos en el Cristo, Buenavista y La Ería es una población envejecida, una zona urbana que parece un desierto, una vida social inexistente, zonas urbanas como Montecerrao a medio urbanizar y algún que otro pequeño especulador que dice ser portavoz de estos barrios sin haberlo elegido y que se erige en paladín de los intereses de la comunidad alternándolos con sus propios intereses.

Lo único concluyente es que estos barrios languidecen y nadie mira para ellos. La mediocridad política de Rodríguez-Vigil, Álvarez Areces, De Lorenzo, López y Fernández hicieron de estos barrios, sobre todo del Cristo, un solar. Digo mediocridad porque fueron capaces de desvestir esta zona y no fueron, ni serán capaces de vestir la nueva ubicación del HUCA, que es el segundo desierto de la ciudad. Prefiero no hablar de Caunedo, que su única misión era hacer el HUCA accesible y sólo se le ocurre cambiar el nombre de las rutas del autobús urbano. Más difícil no puede hacerse.

Da la impresión de que nuestra clase política enloqueció, que todos quisieron poner su grano de arena y que, al final, nadie puso nada y lo quitaron todo. Ante este cúmulo de despropósitos, sólo me queda decir que el Cristo, barrio donde vivo y me gano la vida, no murió, lo mataron.