El Ayuntamiento de Barcelona se propone sustituir las fiestas de Navidad por unas misteriosas fiestas del Solsticio de Invierno, alegando que como no todos los barceloneses son católicos (aunque puede que lo sean la mayoría mientras no se demuestre lo contrario), no procede celebrar una fiesta católica.

Alguien opuso que no todos los españoles son homosexuales y no obstante, en el mencionado ayuntamiento de Barcelona ondea al viento la bandera del orgullo de esa gente. Por otra parte, ¿qué derecho tiene un musulmán que vive en un país cristiano a sentirse ofendido por las prácticas religiosas o folclóricas, si se prefiere, de los cristianos? Es tan absurdo y está tan fuera de lugar como si un cristiano se siente ofendido o cuando menos molesto porque los musulmanes celebren el Ramadán. Sin embargo, estamos comprobando que, en efecto, en los países cristianos los musulmanes son intocables y se les permite mantener su "cultura" que incluye dar alguna tunda a la "mujera" cuando es menester, mientras que los cristianos son perseguidos e incluso asesinados en muchos países musulmanes de Asia y África. En cualquier caso, no creo yo que la arremetida contra la Navidad por parte de algunos sectores radicales ahora con mando en plaza, tenga por principal objetivo tener contentos a los seguidores de Mahoma. La causa puede que sea de carácter más personal y más profunda. En realidad se trata de cambiar la religión por el calendario. Ya están intentando imponer, sin que la inmensa mayoría de los ciudadanos lo tengan en cuenta, el calendario religioso por otro laico, en el que figuran el día del niño hambriento, de la mujer trabajadora, del sida irredento y de la violencia de género, que, por cierto, una señora celebró asestándole ciento cincuenta navajazos a su marido. Esto es tan grotesco como el cambio de los nombres de los meses efectuado durante la revolución francesa o aquella misa laica que celebró aquel extraordinario cínico que fue Talleyrand cuando todavía era obispo de Autun, y supongo que se estaría partiendo de risa mientras la celebraba. Lo de la misa laica no pasó de chirigotada (como lo son los bautizos y las primeras comuniones laicos) y los meses dejaron de llamarse ridiculeces como germinal o brumario para volver a las antiguas y reconocidas denominaciones.

Los que pretenden sustituir el Día de Difuntos por Samain y la Navidad por el Solsticio de Invierno, no son sólo folclóricos de gaita y tambor y aspirantes a etnólogos de pocas luces, sino gente cuyo rechazo de la propia cultura no difiere de la mentalidad de los europeos resentidos que se hacen islámicos. Como hay que acabar con todo para instaurar el orden nuevo, empiezan por lo que parece más inocuo: volver al paganismo en nombre de un progresismo tan extremado que acabará conduciendo a la humanidad a las cavernas prehistóricas, a hablar por medio de gruñidos y a pintar con bermellón en las paredes. El progreso ilimitado solo conduce al abismo; de momento, ya estamos viendo que conduce la falta de sentido común.

Si alguien no quiere saber nada con su religión de nacimiento, que no la practique y santas pascuas (miren por dónde, salió la palabra Pascuas). Es lo mismo que los enemigos de las corridas de toros o del boxeo: lo tienen muy fácil con no asistir a ese tipo de espectáculos, de la misma manera que yo no voy a los partidos de baloncesto o a los mítines y manifestaciones políticos, y, sin embargo, no pido que se prohiba el baloncesto o que dejen de darse mítines, aunque es claro que los pagamos todos y no sirven para nada. Sin embargo, el autoritarismo radical no es menos virulento que el del antiguo nacionalcatolicismo. Bajo aquel sistema, obligaban a ir a misa; bajo éste, vamos camino de que obliguen a no ir.

No repetiré lo que ya he escrito en estas páginas sobre el movimiento de las estaciones y el sentido de los solsticios como goznes del año. Celebrar el solsticio por no celebrar la Navidad tiene un poco el aspecto de rabieta: no querer celebrar la fiesta que se celebra todos los años por esa época y celebrar en su lugar un fenómeno atmosférico. Pues el solsticio no es otra cosa que la época del año en que el sol se sitúa en uno de los dos trópicos, encontrándose sobre el de Capricornio los días 21 y 22 de diciembre. En esos días el sol no se aleja del Ecuador, pro lo que parece so si se detuviera; en consecuencia, solsticio no es una palabra mágica, sino que significa la parada del Sol.

Hace algunos años, algunos maestros de primeras letras, que ya andaban buscando la manera de evitar la Navidad para resultar más "modelnos", pretendieron inventar la "Fiesta de Invierno", que tiene un sentido más general que el de "Fiesta de solsticio". Pero la propuesta no parece que haya tenido mucho éxito entre los "escolines", y en algunas escuelas se celebra la Navidad y en otras no, según el criterio de la dirección del centro. No se crea que por celebrar fiestas más o menos atmosféricas en lugar de las religiosas es más laico que celebrar la Navidad. Lo verdaderamente laico sería decir: "Por Navidad no hay fiesta, así que todo el mundo a trabajar, como si fuera un día corriente". Pero eso encresparía a la "ciudadanía", que no perdona fiesta religiosa, a pesar del laicismo imperante. El problema de esa gente es que dígase Navidad, invierno o solsticio de Invierno, el ambiente remite a celebraciones religiosas. Los hombres que se dieron cuenta al comienzo del invierno de que el sol se detenía, encendieron hogueras para recuperara su vigor. Es una ceremonia claramente mágica. La Navidad, por su parte, no surge "porque se le ocurrió a los curas", como oí decir alguna vez a un borracho, sino que sus orígenes son tan antiguos como complejos. Su origen, obviamente, es pagano, el culto al Nuevo Sol, y su referencia histórica más próxima es el nacimiento del "Sol Invictus" entre los romanos. El "Sol Invictus" fue sustituido por el nacimiento de Belén. En consecuencia, la fiesta de Solsticio de Invierno tiene el mismo sentido que la Navidad, como Samain es lo mismo que el Día de Difuntos, con la única diferencia de darle otra denominación para que resulte más pedantesco. Sin embargo, los que cree que celebrando el Solsticio de Invierno son más laicos, andan muy despintados. En realidad lo que manifiestan es una forma maníaca de anticristianismo.

En Asturias, la Navidad son unos festejos, ya que comienzan con la Nochebuena y se prolongan hasta el día de Reyes, extraordinariamente arraigados. Influye sobre las costumbres, sobre el folclore, sobre la gastronomía (en Cudillero se comía el curadillo porque era vigilia), sobre la vestimenta y hasta sobre el carácter de las gentes. Incluso se utiliza el nacimiento como conjuro, y así en Belmonte de Miranda se dice: "Brujas, brujas a esconder, que ha nacido Jesús en Belén", en lo que coincide Shakespeare, en "Hamlet", afirmando que los días previos a la navidad, las brujas pierden su poder. Antes se cantaban villancicos y empezaba la ronda de los aguinalderos, que tienen su expresión más característica en las fiestas de Año Nuevo de San Juan de Beleño, y se prolongan hasta Carnaval. Antes no faltaban en las mesas el besugo en su besuguera con sus rodajas de limón. Y los niños cantaban: "La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va..." La Nochebuena vuelve todos los años, con laicismo y sin laicismo. Son otros los que no vuelven, y cuando haya pasado el tiempo, no habrá rastro de ellos.