El Bellas Artes recuerda estos días el fallecimiento de Paulino Vicente (1899-1990), que nació y murió en Oviedo, estudió en Madrid y en Italia, y viajó fuera de España para pintar a Buñuel, Jorge Guillén, Pau Casals, Salvador de Madariaga y Gerardo Diego, casi nada lo del ojo. Hoy sólo me cabe señalar a Buñuel, cuyas cenizas visité en México DF, en la capilla del Centro Universitario Cultural, que me mostró el padre dominico Laudelino Cuetos; Buñuel, en "Mi último suspiro", alude al monasterio de El Paular y un reloj de luna, reloj selenítico, utilizado por los monjes medievales para los rezos canónicos de la noche: laudes, prima, maitines... Buñuel era la noche, el claustro, el blanco y negro, el surrealismo, el subconsciente; Paulino el color, el paisaje y el carácter abierto, un punto impresionista. El de Oviedo la gaita, el aragonés el tambor. Entre los dos la realidad completa.