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Crítica / Música

Sonrisas y lágrimas

El concierto de los checos del "Verner Collegium" en la Sociedad Filarmónica

Se ha puesto de moda entre las agrupaciones musicales -y con esta es la segunda de origen checo en una semana- denominarse mediante el sustantivo, de sonoridad académica, "collegium". Se identifica así profesionalidad con tradición y formación con práctica, a la vez que flexibiliza el número de componentes que rara vez exceden el conjunto de cámara. En esta ocasión, y no es su primera actuación en la Sociedad Filarmónica, "Verner Collegium" presentó su habitual espontaneidad expresiva fruto de la "unidad estilística" que la crítica, en general, asocia al hecho de que todos sus componente son miembros de una misma familia. Así lo recordó, al comienzo del concierto, la violinista Julie Vernerová, que entre las risas de complicidad del público fue describiendo el árbol genealógico que se encontraba sobre el escenario.

El repertorio elegido, a excepción de la "Sonata en sol menor para trompeta y cuerdas" de P. J. Vejvanovsky, en la que la trompeta de Jan Verner resultó cálida y muy bien equilibrada con el cuarteto de cuerda y el clave, resultó convencional y con cierto sabor comercial. Hemos de destacar las adaptaciones del aria "Schaffe Koennen Sicher Weiden" de J. S. Bach y "María de West Side Story" de L. Bernstein por la presencia, siempre segura, de Jan Verner y "El Cant dels Ocells" de P. Casals por el minucioso y delicado trabajo del chelista Pavel Verner, acertado en la evocación melancólica de la pieza. La frescura de las interpretaciones y el carácter informal de alguna de las piezas como el "Canon" de J. Pachelbel, se vieron ensombrecidos en otras por la elección de unos "tempi" desajustados, inadecuados en el "Allegro" del "Concierto para violín y cuerdas en Mi Mayor" de A. Vivaldi y que contribuyeron a subrayar los problemas de articulación y afinación que acompañaron buena parte de la intervenciones del violinista Petr Verner. En general y en el trabajo de conjunto, se produjeron situaciones de sonoridad muy opaca, sin brillo y de dinámicas planas, desluciendo la labor realizada en la adaptación del "Largo" de la "Sinfonía del Nuevo Mundo" de A. Dvorack que llegó a presentar momentos de desorganización en el fraseo y en el discurso armónico.

Las cinco últimas piezas, los villancicos "Adeste Fideles", "Stille Nacht" "Good King Wenceslas", "Hijos d'Eva" y "El Pequeño Tamborilero", gustaron por su espontaneidad y carácter popular, sin pretensiones en sus adaptaciones. Un concierto en el que los Verner protagonizaron su particular "Sonrisas y lágrimas".

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