La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La mar de Oviedo

Mogarraz

Estuve en Las Batuecas y visité Mogarraz, ejemplo de cómo resucitar un pueblo con sus viejos y sus muertos; algo parecido conocí, décadas ha, en Stratford-upon-Avon, dedicado a un Shakespeare redivivo. A mediados del siglo XX, huyendo de la miseria, muchos habitantes del sur de Salamanca emigraron y el alcalde de Mogarraz encargó fotos de carné de los 388 vecinos que aguantaron el otoño de 1967, que sirvieron de modelo al artista local Florencio Maíllo, cuyos cuadros de gran tamaño colgó en las fachadas de las casas donde vivían los retratados. El sábado, en una noche casi sin luna, visité Mogarraz y sentí más aprensión que cuando me perdí en el cementerio de Staglieno, pero ¿quién dijo miedo al renacimiento? Cópiese en Oviedo, exhíbanse a los valientes que quedaron en el puente de la Constitución, sin respirar, y, eso sí, vótese al partido político que ofrezca aire limpio en su programa.

Compartir el artículo

stats