Cada vez que miramos el reloj debemos recordar que el tiempo es la magnitud que utilizamos para ordenar la historia de la humanidad y nuestras propias vidas. El inexorable transcurrir de los segundos, ese y lento e implacable paso de cada instante, debe ser aliciente básico para valorarlo como un tesoro efímero que nos puede aportar el mayor de los regalos: poder cultivar el amor y la amistad. Recientemente asistimos al "día de la salud", cuando el premio Gordo de la Lotería de Navidad viajó a tomar el sol a las costas de Almería llenando bolsillos e inundando de alegría invernaderos. Mantengo la esperanza de que ese momento de bonanza fuera compartido y confío en que todos nos obliguemos por consenso a ser felices sin necesidad de sorteos, ni premios, simplemente con las pequeñas cosas que cotidianamente nos rodean: una ligera sonrisa que nos alegra durante horas, la mirada que convierte un segundo en una eternidad, el abrazo de amistad duradera y los recuerdos que, pase el tiempo que pase, siempre rememoramos con satisfacción.
Empezamos nuevo año y ése es mi deseo.
Para ilustrarlo he rescatado un cuento que narra el día en que se mueren todos los billetes y se van al cielo. Allí los recibe San Pedro y ellos le piden permiso para entrar aunque reciben una negativa por respuesta:
-¡No fastidie! ¿Pero cómo que no podemos entrar? -pregunta enojado el billete de 500-. Yo soy poderoso y tengo las puertas abiertas porque me quieren en todas partes -apostilla.
-Igual que yo -dice el de 100-, a mí también me quieren tener todos, ¿por qué no podemos entrar?
-¡Y yo! -añade el de 20.
-No insistan -les frena San Pedro-, no pueden entrar al cielo.
Y, dudando, añade:
-Tal vez el billete de 5 sí pueda.
En ese momento se escucha un ruido. Se trata de todas las monedas de diez, veinte y cincuenta céntimos que también habían muerto.
-Pasen, pasen -las recibe cariñosamente San Pedro-. Las puertas del cielo están abiertas para ustedes.
Los billetes, muy enojados, preguntan entonces:
-¿Por qué razón ellas, que valen menos, sí pueden entrar y nosotros no?
Y San Pedro les responde:
-Porque ellas sí van a misa los domingos?
Confiemos en que la lotería del Niño nos sonría y nos pueda abrir alguna que otra puerta sin que nadie se enfade. En todo caso, ocurra lo que ocurra, que el amor y la amistad sigan siendo los mejores premios que recibamos y que cada vez que miremos el reloj nos acordemos de que alguien nos está deseando un venturoso y esperanzador año. ¡Feliz 2016 a todos!